A Natalia Jiménez
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Entre italiano y flamenco, ¿cómo cantaría aquel Silverio? La densa miel de Italia
Oye, hijo mío, el silencio. Es un silencio ondulado, un silencio, donde resbalan valles y ecos y que inclina las frentes
Yo sé que mi perfil será tranquilo en el norte de un cielo sin reflej… Mercurio de vigilia, casto espejo donde se quiebre el pulso de mi es… Que si la yedra y el frescor del h…
Cayó una hoja y dos y tres. Por la luna nadaba un pez. El agua duerme una hora
Sólo tu corazón caliente, Y nada más. Mi paraíso, un campo Sin ruiseñor Ni liras,
La muchacha dorada se bañaba en el agua y el agua se doraba. Las algas y las ramas en sombra la asombraban
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar
Los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran,
Si tu madre quiere un rey, la baraja tiene cuatro: rey de oros, rey de copas, rey de espadas, rey de bastos. Corre que te pillo,
El río Guadalquivir va entre naranjos y olivos. Los dos ríos de Granada bajan de la nieve al trigo. ¡Ay, amor
El diamante de una estrella Ha rayado el hondo cielo, Pájaro de luz que quiere Escapar del universo Y huye del enorme nido
Silencio de cal y mirto. Malvas en las hierbas finas. La monja borda alhelíes sobre una tela pajiza. Vuelan en la araña gris,
Cristo moreno pasa de lirio de Judea a clavel de España. ¡Miradlo por dónde viene!
El corazón, Que tenía en la escuela Donde estuvo pintada La cartilla primera, ¿Está en ti,
TENIENTE CORONEL.- Yo soy… SARGENTO.- Sí. TENIENTE CORONEL.- Y no h… SARGENTO.- No. TENIENTE CORONEL.- Tengo…