Llega la noche ya. Las aspas de un insecto,
borrachas, sobrevuelan las luces de neón.
Y todo es ruido y gloria y diversiones, efecto
y causa de ese vértigo que encierra la ovación.
Las luces se dilatan y se mantiene erecto,
rígido, el pedestal de espalda al murallón.
A mano izquierda un niño de rostro circunspecto;
a la derecha el ritmo, la gracia: el orfeón.
El tiempo que transcurre se entrega a lo estridente
como a una moza bella y desnuda, felizmente.
Llega la noche ya... Se escucha presurosa.
Y chillan los mancebos y cruzan sin mucetas
obispos y doctores... en tanto unos poetas
van tras el pro y el contra y el quid de cada cosa.