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Es una tarde mustia y desabrida de un otoño sin frutos, en la tier… estéril y raída donde la sombra de un centauro yer… Por un camino en la árida llanura,
Arde en tus ojos un misterio, virg… esquiva y compañera. No sé si es odio o es amor la lumb… inagotable de tu aljaba negra. Conmigo irás mientras proyecte som…
El hada más hermosa ha sonreído al ver la lumbre de una estrella p… que en hilo suave, blanco y silenc… se enrosca al huso de su rubia her… Y vuelve a sonreír porque en su ru…
¿Sevilla?... ¿Granada?... La noch… Angosta la calle, revuelta y morun… de blancas paredes y obscuras vent… Cerrados postigos, corridas persia… El cielo vestía su gasa de abril.
Caminante, son tus huellas el camino, y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino,
Era un niño que soñaba un caballo de cartón. Abrió los ojos el niño y el caballito no vio. Con un caballito blanco
Desde mi ventana, ¡campo de Baeza, a la luna clara! ¡Montes de Cazorla, Aznaitín y Mágina!
El primero es Gonzalo de Berceo l… Gonzalo de Berceo, poeta y peregr… que yendo en romería acaeció en un… y a quien los sabios pintan copian… Trovó a Santo Domingo, trovó a S…
Tus versos me han llegado a este r… regio presente en arcas de rica ta… que guardan, entre ramos de castel… En tu árbol viejo anida un canto a… del ruiseñor de antaño la dulce me…
Hoy buscarás en vano a tu dolor consuelo. Lleváronse tus hadas el lino de tus sueños. Está la fuente muda,
Un libro de amores, de flores fragantes y bellas, de historias de lirios que amasen… un libro de rosas tempranas
En mi rincón moruno, mientras repi… el agua de la siembra bendita en m… yo pienso en la lejana Europa que… el fiero norte, envuelto en lluvia… Donde combaten galos, ingleses y t…
Las ascuas de un crepúsculo morado detrás el negro cipresal humean... En la glorieta en sombra está la f… con su alado y desnudo Amor de pie… que sueña mudo. En la marmórea taz…
¡Primavera soriana, primavera humilde, como el sueño de un bendi… de un pobre caminante que durmiera de cansancio en un páramo infinito… ¡Campillo amarillento,
A ti laurel y yedra corónente, dilecto de Sofía, arquitecto. Cincel, martillo y piedra y masones te sirvan; las montañas