(...) Autora del primer manifiesto feminista que se conoce en Cuba: su valiosa Autobiografía, está casi olvidada. Poetisa bayamesa, vivió apenas 26 años, pero le bastaron para marcar con su impronta, no sólo las letras de su tiempo, sino, de forma muy particular, introducir el tema de género en los que serían, de unos años acá, los actuales estudios sobre el tema. Y es que su fino y culto temperamento, convirtieron a María Luisa Milanés en la incomprendida y rebelde autora de valiosos textos en verso y prosa que, por su calidad, la ubican entre una adelantada de las corrientes literarias que formarían parte de nuestras letras a partir de los años ‘40 del siglo XX. (...) Venir al mundo, ¿para crear? María Luyisa Milanés, nacida el 15 de julio de 1893, en el poblado bayamés de Jiguaní, de la antigua provincia de Oriente, y en una familia de la que saldrían figuras de nuestra historia (valga un ejemplo: fue sobrina de Margarita Estrada, hermana del primer presidente Tomás Estrada Palma), por su talento y formación, pudo estudiar en los mejores centros educacionales de la época, como el Colegio Francés y el Sagrado Corazón. Ya de pequeña escribía versos y había oído en su hogar y de boca de sus padres, poemas de José María Heredia, Juan Clemente Zenea y Plácido, entre otros destacados autores de la centuria que la vio nacer, como asimismo, pintaba y tocaba el piano («el arte sublime que me hacía soñar»), según nos cuenta la ensayista y narradora María del Carmen Muzio en la valiosa biografía: María Luisa Milanés, el suicidio de una época, publicada por las capitalinas Ediciones Extramuros en el 2005. Justamente, con apenas 19 años, ya dominaba el inglés, el francés y el latín; de tal suerte, durante su educación en esos centros, leía lo mejor de los clásicos de las literaturas españolas, inglesa y francesa. Y se interesó por un género entonces en boga en Europa, la novela psicológica («se apoderó de mi alma el amor la novela psicológica, que había de perdurar y fructificar más tarde», nos dice en su Autobiografía), pero también por la Astronomía, algo raro en una mujer de esos años. Al culminar sus estudios, frisando los 20 años, regresa a Bayamo, entonces una ciudad bastante atrasada en las costumbres de sus pobladores, al punto de que allí, como en muchas otras regiones del interior, no era común que una joven leyera y escribiera versos, aunque fuera de familia acomodada. Durante su etapa de estudios, lo mismo en su hogar que en las escuelas religiosas, ya comenzaría a chocar con la férrea educación las ‘tías’ y de tales centros, donde se formaba a las chicas para ‘mujeres del hogar’, ‘buenas esposas’ y ‘dulcísimas madres’. Así, en unas breves vacaciones, el padre la llevó a su hogar en Bayamo, donde «mi madre —según la poetisa contaría en su Autobiografía— quedó dolorosamente impresionada por mi cambio de carácter. Había olvidado la risa. Las viejas tías, al cambiar por completo mis hábitos, cambiaron mi naturaleza espiritual. Mi alegría dejó de ser un gesto natural para encarnar una recompensa. Y eso es un error. […] En ocasiones, «pierdo el color y la vista, y el control de mí misma, y caigo en una abulia mental y espiritual dolorosísima, que, hiperestesiada, me ha llevado a veces hasta la desesperación. Y como no hablo ni lloro, ni desahogo mi temperamento, la tempestad dura, y me enerva. Y para evitarla me he sentido siempre capaz de renunciar hasta a la misma vida. Y como mis gritos, mis cantos, mis retozos provocaban las violencias de aquellas tres pobres viejas, tan buenas y cariñosas, pero chapadas tan a la antigua, renuncié a los juegos… Porque ellas pensaban que ya a los diez años, la mujer debe ser ‘formal, hacendosa y callada para demostrar lo que será después’.» La poetisa se rebela, pero... Nunca quiso publicar sus poemas y sólo serían conocidos, tras su desaparición física, gracias a un número especial de Orto, la importante revista especializada de la vecina ciudad de Manzanillo. Baluarte de la cultura cubana de aquellos años, la publicación fue dirigida, desde su creación, por el poeta Juan Francisco Sariol, quien dedicó esta edición en homenaje a la poetisa. En las páginas de la Edición extraordinaria en homenaje póstumo a la excelsa poetisa María Luisa Milanés (1920), se aprecian las cualidades literarias de Liana de Lux, seudónimo adoptado por la poetisa, para ocultarse y así poder escabullirse de los torpes prejuicios de la época, cuando a una provinciana casada se le prohibía publicar sus versos. Se debe comprender a esta mujer, quien, con sensibilidad y espíritu no comunes, se sentía condenada, por las circunstancias epocales, a una mediocre existencia dedicada a las elementales tareas del hogar, al que estaba atada por un padre y un marido machistas. El padre la adoraba y complacía sus caprichos hasta que se casó en contra de su voluntad. El dolor, la frustación y más, mucho más El epicentro de su obra en versos es el dolor y la frustración por no poder dedicarse a las letras ni al arte, sus fervientes pasiones. Y aunque quiso rebelarse ante tal status, desapareció tempranamente, quizás al ver qué imposible resultaba entonces luchar contra el dominio del hombre o, lo que es lo mismo, el demonio del machismo en aquella sociedad y época, marcada por la también machista cultura hispana. La muerte, muy pensada por la poetisa, resultaba tema común en su obra, toda vez que veía truncos sus afanes y acaso, tal una obsesión, intuida acaso como una liberación, una redención de la existencia. Así en sus poemas «Jan Noli Tardare», «Ya yo me voy consciente» y «Hago como Spartaco» refleja tal sentimiento. En el primero alude, poéticamente, a «las mariposas negras del suicidio». Pero será en el soneto «Yo quiero hartarme de llorar», donde mejor y con más calidad refleja este pensamiento. Allí clama, quizás anticipando su pronta muerte: sólo un mes y medio antes de desaparecer, el 12 de octubre de 1919. Yo quiero hartarme de llorar, yo quiero Desmenuzar mi amor y mis dolores Demoler mi ilusión, mi pesar fiero Y acabar mis recuerdos y rencores. Yo quiero hartarme de llorar mis lágrimas Que jamás calman mi añoranza intensa Que no se llevan mi desgracia inmensa Ni borran, cuando corren, mis nostalgias Yo quiero hartarme de llorar, rendida Por el dolor, por la injusticia helada Y en llanto rojo al fin, dejar la vida. Contar su vida A pesar de la calidad de su escasa, pero valiosa obra poética, lo más importante de sus letras radica en su Autobiografía, donde narra sus ansiedades, avatares, y frustraciones. Son reveladoras estas breves e intensas páginas, en las que, al margen de su calidad, se confiesa ante sí misma, pues ella nunca pensó publicarla. Allí, dice: No soy dueña de mí misma. En ese mundo en que tanto se cantea, se precisa y se saca a relucir el libre albedrío, no se es dueño siquiera de vivir la vida; hay no sólo que dejar que se la vivan a uno, sino que querer o demostrar que quiere uno que lo lleven de la mano y le reglamenten el amor, el deseo, el talento, el placer, el dolor y hasta el más supremo de los derechos: el de vivir o no. […]… la vida de la mujer latina es un ferropusiato. Todo está previsto, marcado, arreglado, medido y, hasta duplicado por si se pierde, se confunde o se olvida el ‘proyecto de vida’. No tiene el derecho de sus emociones, de sus inclinaciones, de sus aficiones, de sus aspiraciones, de su talento, sino el deber de lo que ‘está bien’ y la prohibición de lo ‘que está mal’. Es decir, que está sometida a un código fantástico, envilecido y anormal, que prescribiéndole ‘lo que está bien’ y prohibiéndole lo ‘que está mal’, le prescribe la hipocresía y le prohíbe ser honrada. Sí, porque ser honrada des seguir la ley natural, ser veraz, ser franca. En otro momento, condena la poetisa: Tenemos también que entre los hombres latinos está tan reciente, tan vivo, tan entero el hombre prehistórico, que no se conciben relaciones afectuosas y menos afectuosas entre personas de diferente sexo que por decencia, por consciencia, por posesión y control de sí, sean asexuales y asensuales. Y como consecuencia de la esencia y el alcance de todo lo dicho, tenemos que la cultura, la erudición, la educación, el talento cultivado, la mentalidad fuerte y serena, está en la mujer latina, mucho menos que en embrión. Que en los casos en que se persigue un fin tan noble y puro como este, la mujer, para adelantar, formarse y progresar, necesita relacionarse con el hombre porque es el hasta aquí cultivado. Aún en otro instante, deja sentado: Yo me limito a sonreír, a hacer creer que creo ‘que no está bien’ que yo escriba, porque eso no es cosa de mujeres, ni las amistades, ni la publicidad, son cosas distinguidas, y con el más supremo de todos mis derechos, me reservo el de reunir, para aquellos que me acogieron con júbilo fraternal, ‘lo que di de mí’… Por eso, en las propias memorias, añade algo no menos importante de su etapa de soltera: Mi tiempo de soltería no ofrece interés ni quiero repasarlo. Una soltería exactamente igual a las de todas las mujeres aldeanas cuyos padres tienen un poquito de dinero. Unos días llenos de piano, de pintura, de bordado. Jamás vi lo que era un baile. No tuve una amiga cuya conversación no oyera todo el mundo. Jamás salí sola. Jamás salí sola. Jamás tuve ninguna libertad de ninguna clase. Puede decirse que yo, asustada por la violencia del cambio, no revelé mi verdadera personalidad. No hablaba mucho, no reía. Mis párpados cubrían mis ojos casi constantemente. Y a solas, en la noche dormida, lloraba mucho… Mas, un fragmento que define aún más la paupérrima condición espiritual a que se vio sometida esta sensible mujer, es el siguiente, que, aunque brevemente, confiesa sus atribulaciones ya casada: El 19 de septiembre de 1912 me casé y no puedo decir que a gusto de mi familia; permanecí con ella todavía cerca de un mes, a causa de ciertos arreglos que tardaron, y el 10 de octubre fui a formar un nuevo hogar. Que no fructificó. Por lo cual, hoy que tengo los ojos abiertos, me congratulo. Es lo menos que puedo hacer. Por no haber cometido el crimen de traer a la vida más hombres que hicieran llorar las mujeres ni más mujeres a quienes hicieron llorar los hombres. Y sin embargo, en mis primeros tiempos yo lo deseaba ardientemente, lo soñaba, llorando de angustia. ¡Y no falto quién pensara que yo, pobre yo!, tan tierna, tan cándida, tan niña, no reunía condiciones para la maternidad. Quiero pasar por alto también toda mi vida de casada. No seré yo quien deje mis dolores al descubierto, ni quien profane mis gozos, publicándolos. Voy a resumir mi vida entera con estos versos del poeta mexicano Amado Nervo: He sufrido como todos y he amado. ¿Mucho? ¡Lo suficiente para ser perdonado! Y para concluir, quiero transcribir el último fragmento de su Autobiografía, donde insinúa por qué destruyó su papelería, escrita durante tantos años con talento, cultura y amor: Y voy a mi obra literaria en prosa y en verso. Causas ajenas a mi voluntad me han obligado a destruirla toda, salvo pequeños especimenes, los más en verso. Yo llegué a completar siete obras en prosa, extensas, puesto que hubiera hecho, cada una, un tomo de los más gruesos de la biblioteca Renacimiento. Hasta aquí, este retrato de María Luisa Milanés, la casi olvidada poetisa bayamesa que, por las limitaciones de la época que le tocó vivir, frustró sus enormes posibilidades como poetisa y narradora cubana de su tiempo, perdiendo de esta manera nuestras letras uno de los genuinos valores de lo que hoy se define como discurso femenino en la poesía y la prosa. Temática: Libro y Literatura compartir en: Lector crítico Referencias http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/6731/6731.html El 9 de octubre de 1919 la ciudad de Bayamo fue testigo de un suceso trágico que derivó en escándalo: María Luisa Milanés se hizo un disparo que tres días más tarde pondría fin a su vida. Este hecho local pudo haber ocupado apenas un renglón en las estadísticas de suicidios si su protagonista no hubiera sido también una escritora. Dejó inconclusa su autobiografía y sólo llegó a publicar algunos poemas en la revista Orto, bajo el seudónimo Liana de Lux: sinuosidad, verdor que se desprende silencioso en busca de una luz que para ella nacía y moría en la sombra. María Luisa reedita en la poesía cubana el drama de la mujer sometida a las restricciones de su tiempo, que escoge la muerte como forma de liberación. Cortó de golpe todos los vínculos con una vida marcada por las desavenencias familiares, la infidelidad conyugal y la represión de su espíritu creador. El 19 de septiembre de 1912 decidió casarse, en contra de la voluntad de sus parientes, con un disputado galán de Bayamo. Pero el mismo que la rescató de la torre familiar no tardó en convertirse en verdugo y carcelero de otra torre más alta: el matrimonio. Inspirada fundamentalmente en los motivos de su infelicidad, los siete años que le siguieron conforman su etapa de mayor creación poética, aunque la poesía la visitó siempre en su vertiente más negativa y dolorosa. Su escritura es evasión y catarsis de una inquietud general; en ella no hay esperanza ni ilusión. Del amor nos muestra sólo su costado tanático; cada palabra es el testimonio de una destrucción y su único deseo es de muerte: ¿Qué esperas ya? Me impulsas a buscarte En el silencio eterno que te envidio Y a cada rato vienen a anunciarte Las mariposas negras del suicidio! Estaba tan triste María Luisa que hasta su deseo de morir se nota cansado. Morir y vivir, todo le cuesta. Sin frescura ni ardor de vida, sus palabras son barrotes, mariposas negras posadas sobre la flor de la poesía, derramando una sombra que la obliga a curvar el tallo, pesarosa. Había estado escribiendo su autobiografía. ¿Qué es lo que una mujer de 26 años puede mitificar de su vida en una ciudad de provincia, perdida en la vasta geografía del amor? Al calor de agosto doraba María Luisa su pena, y al hacerlo tal vez buscaba alivio. Al escuchar el sonido de la llave del esposo en la cerradura secaba sus lágrimas con la punta de un pañuelo y se apresuraba a ocultar bajo la almohada las mariposas que había conseguido apresar durante el día: “doradas del recuerdo”, “de fuego de la gloria”, “azules de añoranza” o, descoloridas, aquéllas “de un cruel remordimiento”. Tornasolada aunque monótona esta obsesión por las mariposas, “negras y silenciosas” como heraldos vallejianos disecados por la entomóloga María Luisa. Todos estos ejemplares se encuentran reunidos en un mismo soneto, y en su revolotear tratan de trasmitir al esposo un sentimiento de culpa que lo lleve al arrepentimiento. Al menos eso es lo que desea la escritora, esperando obtener en recompensa la oportunidad de perdonarlo: “Yo pasaré serena, olvidando tu infamia, / Alumbraré tus pasos con mis tristes sonrisas!” Creyó que el mundo empezaba y terminaba en las fronteras de lo permitido, y muy apesadumbrada debió sentirse, pues durante horas permanecía en la cama, acostada bocabajo mirando fijamente el piso de cemento pulido hasta que, exasperada por su propia inmovilidad, se incorporaba agitada, como quien ha olvidado algún asunto de interés, y corría hacia el piano con la esperanza de encontrar sosiego. Ella vive fermentada en el olvido. Es cierto que no escribió una obra de gran calidad, pero fue más lejos, mucho más lejos. Algunos autores confiesan que la escritura es un conjuro contra la muerte, una visitación menesterosa, pero en la actitud de esta mujer hay algo trágico y folletinesco, una lucha dispareja entre sentimiento y razón, sueños y convenciones, en la cual la poesía es, más que testigo y confidente, un aliado seguro. La noche antes del disparo escribió sus Nocturnos, negros como la noche, oscuros como la muerte, pero intensos, como sólo es el vivir en esa hora. Su languidez es pasional —si acaso esto es posible— pero pasión al fin, que busca la unión con el amado y, al no encontrarla, la sustituye por muerte. Libre de ansiedades y posturas estudiadas porque su yo no resultaba convincente. Libre de temores y horas de un pesado silencio que ha preferido olvidar. Ya no espera el final de la película, cuando el héroe la carga en brazos hasta la alcoba; cierra la novela antes de leer la última frase: “No es un sueño, te amo.” Cierra los ojos, pasa las hojas; el amor es un camino que se pierde en el horizonte, no se esconde en almohadones de plumas ni brota elemental y salvaje de un par de mantas colocadas sobre la hierba en un domingo de campo. Tierra, colchón, bancos y rincones, topografía semiurbana (íntima) de Eros; accidentes corporales que tras las circunstancias disimulan su endeblez. La intensidad es un péndulo gigante que va del-hombre-a-la-mujer-de-la-mujer-al-hombre dejando marcas de impiedad sobre los cuerpos y un día se detiene igual que un reloj. El amor es, en cambio, esa gotera que horada el oído, cuya humedad estorba en días plomizos, pero no cesa, y un día nos ve morir mientras sigue cayendo, persistente. Entonces ya no espera ni desea un final de cuerpos sudados, con el tabaco del esposo ardiendo en el cenicero y las sábanas por el piso —visiones de un erotismo canónico que recobran su novedad sólo en el candor de la adolescencia—. Sin embargo lo ama, y ciertas noches con gusto habría renunciado a la muerte para permanecer a su lado. Hay en sus poemas invocación y prefiguración del suicidio. En “Jam noli tardare” expresa un “cansancio profundo” pero, impaciente, encuentra el impulso que necesita para buscar “el silencio eterno”. El mismo deseo de renunciar a la vida está contenido en el soneto “Sub lumen”, donde describe con precisión el estado de enlutecimiento general de todas sus funciones vitales y creativas: No tengo ni siquiera cansancio que me embriague, No tengo ya deseos en que mi mente vague. Yace tranquila y muda mi férrea voluntad. Callé todas las voces, ahogué todos los cantos… Está poseída por un spleen pueblerino que se agota en los tejados de casitas idénticas, mas, como el phenix, recupera cierto aliento de vida que “renace por la renunciación”. En paradoja harto conocida, María Luisa no acepta el pan con sabor a olvido que el esposo sirve en la mesa. De la cocina del amor se escapan los vapores del hedonismo y la belleza para formar una nube frente a sus ojos. Melancólica y distraída, recoge la vajilla y confunde los sabores: muerte dulce como la miel; amor, almendras amargas que paladea mientras escribe: “En la angustia terrible, que mi labio no nombra, / ¿Pasaré por tu vida, cual nave por la sombra?” Patética, aunque lúcida, es la duda de María Luisa. En la carrera de relevos que es el amor, el esposo es más veloz, pero ella más resistente. Así, no puede comprender “la perfecta hermosura de tu frente, / Donde jamás el pensamiento brilla!” Con altivez enseña el tobillo la escritora que no es Dama ni Señora, apenas una mujer que sabe valorar la inteligencia por sobre la belleza. Ambas seducen, pero mientras que la primera a-lumbra, da luz, la segunda des-lumbra, la quita. Algo le molesta en la hermosura del amado que se contempla no como Narciso en las aguas del estanque, y sí como un aventurero en la mirada femenina de toda una ciudad: el no reconocimiento de esa mirada diferente que ella le ofrece, la literaria. Esta noche, al salir del baño, la corriente de aire que entra por la ventana del fondo la ha estremecido. Cuánta suavidad, ahora que se suelta el cabello y deja caer la bata en mitad del pasillo, para que la brisa cumpla su parte en el juego que es también el amor. Tanta quietud y una promesa podrían seducirla; se siente una mujer plena, ha dejado de ser capullo. Sigilosa, se acerca al gran espejo orientable que años atrás mandó colocar en el comedor y comprueba la autenticidad del milagro: brillo en los ojos, temblor en las manos, calor en el vientre y un vuelco en el corazón. Pero dice: “Si lo que veo proviene del espejo, / entonces no es un reflejo, / se trata más bien de un espejismo.” Y mientras descubre la sinestesia, su última oportunidad se deshace en el camino sin regreso, adonde va consciente: Colocad sobre mí las campanillas Azules de la vega, las sencillas Florecitas del campo, sin cultivo, Que tanto quiero mientras tanto vivo. Y colocad debajo mi cabeza Unos versos de Nervo, con terneza, Para que mullan mi tranquilo sueño Y recojan así mi último empeño. Que nadie me acompañe ni me llore, Ni turbe mi silencio, ni profane Mi soledad final; nadie me llame, Que yo me voy, consciente y abstraída En el silencio intenso de la noche, Y alumbrarán los astros el derroche Postrero de ilusión que haré en mi vida. Texto publicado en la edición 146 de Crítica Referencias http://revistacritica.com/ensayo-literario/elogio-del-folletin-por-idalia-morejon-arnaiz
Martina Pierra De Poo fue una poetiza, actriz de teatro y revolucionaria cubana a favor de la causa mambisa. Prima de don José Joaquín de Agüero y Agüero. Protectora fiel de lo mejor de nuestras letras. Colaboró en diversas publicaciones literarias de la época, como Brisas de Cuba y El Fígaro, entre otras. Comenzó a escribir desde muy joven: su primer poema fue “Una Noche de Luna”, publicado en 1847. A los quince años publicó un poema en El Fanal. Poco antes del levantamiento del 4 de Julio 1851, escribió el soneto "A los camagüeyanos al entregarles su Bandera", que envió junto con la bandera mambisa al grupo de conspiradores que acaudillaba en Puerto Príncipe, Camagüey, a su primo don José Joaquín de Agüero y Agüero. Estos versos tienen indudable valor como documento histórico. Ese día, 4 de Julio de 1851, se levantó en armas con los demás insurrectos, hecha la Proclamación de Independencia de Cuba.
Olga Esther Arias Elenes, o simplemente Olga Arias, escritora nacida en la ciudad de Toluca, Estado de México, el día 25 de octubre de 1923. Fue madre de cuatro hijos: Enrique, Yolanda, Natalia y Dalia. De familia revolucionaria y liberal: su padre fue el General de División J. Jesús Arias Sánchez, a quien el General Francisco Villa apodaba “El gallo”; fue uno de sus famosos “Dorados” más estimados por él. Su Madre doña Natalia Elenes de Arias fue descendiente directa de doña Ildefonsa Fernández Félix, hermana del General don Guadalupe Victoria, notable insurgente y Primer Presidente de la República Mexicana. Corre por sus venas sangre de hombres de letras. Su abuelo materno el señor don Herlindo Elenes Gaxiola, considerado uno de los prosistas más notables del estado de Sinaloa. Darío Elenes Gaxiola, hermano de Herlindo y primo del duranguense Antonio Gaxiola , también poeta y prosista destacado de las letras sinaloenses. Así, Olga es poeta por herencia y formación. Sus primeras letras se las enseñó su padre, el general Arias y siendo aún pequeñita, cuando apenas cursaba el primer grado de primaria en la ciudad de México la maestra llevó al grupo de excursión al bosque de Chapultepec y de regreso en el salón de clases la niña escribió en su cuaderno: “En el lago los cisnes se deslizaban sobre el agua orgullosos de su plumaje”. La maestra se sorprendió del talento literario de la niña y llamó a su padre para notificarle lo sucedido. El viejo militar sensiblemente conmovido cortó la hoja del cuaderno y doblándola la guardó en su cartera. Aquel escrito lo conservó el general toda su vida en su porta documentos personal como si fuera un tesoro. Era nada menos que la primera composición literaria de una de las poetisas más importantes de América. La educación primaria elemental la cursó en escuelas de diversas ciudades del país. Su padre por necesidades del servicio de su profesión andaba de un lugar a otro por lo que la infancia de Olga fue nómada. En el año de 1935 radicó definitivamente en Durango. Pocos años después, en 1938 contrajo matrimonio con el señor Enrique Weber Lozoya, rico comerciante que valoró el talento y capacidad de su esposa y le dio facilidades para su desenvolvimiento. Ya casada, ingresó como oyente a la Benemérita y Centenaria Escuela Normal del Estado y en menos tiempo del establecido terminó los estudios de la carrera de maestra de educación primaria. No conforme con esa preparación y sabedora de lo que podía lograr, contrató los servicios particulares de eminentes personalidades de la cultura en Durango, para que le dieran clases, así como a la poetisa Cuca Guerrero Román, el presbítero David Ramírez, el licenciado en letras José Villalba Pinyama refugiado español y otros. Con mucha satisfacción platicaba el señor Weber Lozoya que su esposa Olga no le pedía regalos en joyas o piedras costosas sino en libros de mucha calidad. Lo anterior se corrobora con la amplia y magnífica biblioteca que tenía en su momento Olga. Notable poetisa durangueña cuyos poemas, algunos han sido traducidos al inglés, francés, portugués, italiano y otros. Autora de más de veinte libros de poesías, novelas y cuentos. Su pensamiento se ha grabado en cantera de monumentos públicos, donde están escritos fragmentos de sus poemas. Algunos de sus versos grabados en bronce, hablan a las generaciones del presente y del futuro del profundo sentimiento de esta mujer singular. Siendo niña aún se trasladó a la ciudad de Durango, donde se estableció definitivamente y realizó su fecunda labor literaria. Ella se consideró duranguense por adopción y Durango se siente honrado con hija tan brillante. Por más de 12 años fue directora del departamento de Extensión Universitaria de la Universidad Juárez del estado de Durango, donde sin contar con recursos económicos, realizó brillante labor en bien de la honorable institución. Estuvo al frente de la Promotoría Cultural de la Casa de la Juventud en Durango, donde se hizo sentir fuertemente la influencia de su capacidad y trabajo; también fue asesora cultural del Gobierno del Estado. Su voz poética ha sido escuchada en numerosos recintos de México y de Europa, sobre todo de Francia, quien le otorgó un merecido reconocimiento. Su obra es amplia y fecunda, su poesía bella y significativa, donde las palabras vibran por su extensión y profundidad, en ellas canta al hombre, a la vida, a la naturaleza, a la mujer y cada tema alcanza en ella los ideales y sentimientos universales. Además de la poesía cultivó la novela, el ensayo y el cuento. Entre algunas de sus obras están: Todas las amaron (novela) 1947; tres poemas (poesías) 1952, obras con las que inicia y entre las últimas “Nocturnos” en 1971, que fueron traducidas al francés y a otros idiomas, además de Mínimo Cardumen (poesías) 1978. Recibió Diplomas de la Universidad de Juárez del Estado de Durango, del Centro Cultural Durangueño, del Círculo literario Argentino, Antorcha de Chile, Grupo de escritores de Venezuela, Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos. Además de la Presea Francisco Villa y Orquídea de Plata. Referencias http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/publicaciones/publi_quepaso/olga-esther-arias.htm
Alejandrina Benítez de Gautier (Mayagüez, Puerto Rico, 1819-1879) fue una poeta puertorriqueña. Perdió a sus padres y se quedó a cargo de su tía, la poetisa María Bibiana Benítez. Se casó con Rodulfo Gautier el 12 de abril de 1848, en Caguas, Puerto Rico y tuvieron un hijo llamado José Gautier Benítez, que fue un reputado poeta. Murió en 1879 con 60 años. Colaboró con el Aguinaldo Puertorriqueño, publicación de 1843 de jóvenes literatos. Escribió un poema llamado La Patria del Genio dedicado a José Campeche, por el que le dieron 100 pesos en la «Sociedad Económica Amigos del País». Puerto Rico ha honrado su memoria dedicádole varias escuelas e incluso hay una en Brooklyn que ha recibido su nombre. Fue madre del poeta José Gautier Benítez.
María Elena Cruz Varela (Colón, Cuba, 1953) es una periodista, poetisa y novelista cubana. Líder del grupo disidente cubano Criterio Alternativo, que promovió en 1991 la conocida como Carta de los diez, carta abierta a Fidel Castro de diez escritores cubanos en la que le solicitaban la democratización del régimen. Condenada por un tribunal cubano, después de un juicio sumarísimo, a dos años de cárcel. Abandonó Cuba en 1994 y vivió un tiempo en España, antes de trasladarse a Estados Unidos. Después regresó a España y se instaló en Madrid.
Entrevista a Carlota Caulfield (La poeta en tránsito perpetuo) por Maricel Mayor Marsán Nació en La Habana, Cuba (1953). Poeta, ensayista, editora y profesora de literatura hispanoamericana. Comparte su residencia entre Berkeley, California y Londres. Su peregrinar la ha llevado a muchas ciudades, pueblos, villas y rincones del mundo. Además de andarina, es inventora de cartografías, y practica la escritura como un acto de ponerse en camino. Es autora de Fanaim (El Gato Tuerto, 1984), Oscuridad divina (Betania, 1987), A veces me llamo infancia/Sometimes I call myself childhood (Solar, 1985), El tiempo es una mujer que espera (Torremozas, 1986), 34th Street & other poems (Eboli Poetry, 1987), Angel Dust/Polvo de Angel/Polvere D'Angelo (Betania, 1990), Libro de los XXXIX escalones/Book of the XXXIX Steps (Luz Bilingual, 1995), Estrofas de papel, barro y tinta (Cafè Central, 1995), A las puertas del papel con amoroso fuego (Torremozas, 1996) Quincunce (Cafè Central, 2001), At the Paper Gates with Burning Desire (Eboli Poetry Series, 2001), Autorretrato en ojo ajeno (Betania, 2001) Movimientos metálicos para juguetes abandonados (Consejería de Cultura de Canarias, 2003), El libro de Giulio Camillo/The Book of Giulio Camillo/ Il Libro de Giulio Camillo (InteliBooks, 2003) y Quincunce / Quincunx (Puerto del Sol, 2004) y Ticket to Ride. Essays and Poems (InteliBooks, 2005), A Mapmaker’s Diary. Selected Poems (White Pine Press, 2007). Otros libros: Visual Games for Words & Sounds. Hyperpoems for the Macintosh (InteliBooks, 1993), Book of XXXIX steps, a poetry game of discovery and imagination. Hyperpoems for the Macintosh –CDROM (InteliBooks, 1999). Ha editado From the Forbidden Garden. Letters from Alejandra Pizarnik to Antonio Beneyto (editora y co-traductora; Bucknell UP, 2003); Alejandra Pizarnik. Dos letras (Introducción y notas; March Editor, 2003), las antologías Web of Memories. Interviews with Five Cuban Women Poets (Eboli Poetry Series, 1997) y Literary and Cultural Journeys: Selected Letters to Arturo Torres-Rioseco. Co-editora con Miguel Angel Zapata. (Mills College Center for the Book, 1995). También es la editora de Voces viajeras. Poetisas cubanas de hoy (Torremozas, 2002) y en colaboración con Jaime D. Parra, The Other Poetry of Barcelona. Spanish and Spanish-American Women Poets (InteliBooks, 2004). Es co-editora, con Darién J. Davis, de A Companion to U.S. Latino Literatures (Tamesis, 2007). Su antología No soy tu musa. Poetas irlandesas contemporáneas, co-editada con el poeta inglés John Goodby, será publicada por Ediciones Torremozas esta primavera. Sus poemas han sido publicados en numerosas revistas literarias, entre las que se encuentran Haight Ashbury Literary Journal, Michigan Quarterly Review, Poetry San Francisco, Visions, Beacons, Turia, The Texas Review, Barcarola, Nómada, Cuadernos del Matemático, Textos, Aleph, AErea, Tercer Milenio, Walrus, Baquiana, Tsé-Tsé, 580 Split, Alga y CHASQUI. Su poesía ha sido incluida en las antologías Looking for Home. Women Writing about Exile (1990), These are Not Sweet Girls, Poetry by Latin American Women (1994), Poesía hispano-caribeña escrita en los Estados Unidos (1995). El gran libro de América judía (1998), Antología de la poesía cubana. Tomo IV. Siglo XX (2002), Poesía cubana del siglo XX (2002), Las poetas de la búsqueda (2002), So Luminous the Wildflowers. An Anthology of California Poets (2003), Breviario de los sentidos. Poesía erótica escrita por mujeres (2003), Blue Arc West. An Anthology of California Poets (2006), y El tiempo y las palabras. Literatura y cultura judía latinoamericana contemporánea / Times and the Words: Contemporary Jewish Latin American Literature and Culture. Hostos Review (2006). Entre los premios recibidos se encuentran el Premio Internacional “Ultimo Novecento”(Italia, 1988), “Mención de Honor” en el “Premio Plural” (México, 1992), “Mención de Honor” en el Certamen Internacional “Federico García Lorca” (Estados Unidos-España, 1994), Premio Internacional “Riccardo Marchi-Torre di Calafuria” (Italia, 1995), la Mención de Honor en del 1997 Latino Literature Prize del Instituto de Escritores Latinoamericanos de New York y el Primer Premio Hispanoamericano de Poesía “Dulce María Loynaz” (Islas Canarias, 2002). “De la poesía de Carlota Caulfield, nacida en La Habana en 1953, se ha hablado en sentido general relacionándola con la posmodernidad, la relación deseo-cuerpo-escritura, el budismo Zen, el intimismo y, basándose en una parte altamente referencial de su obra dedicada a la recuperación arqueológico-poética de lo femenino, se la ha vinculado con ciertas tendencias de la crítica y creación feministas contemporáneas.” MMM ¿En qué etapa de tu vida comenzaste a escribir? ¿Y, en qué idioma lo hiciste? CC Para contestar a tu pregunta, tenemos que viajar hasta mis siete años en La Habana, cuando empecé a anotar palabras en un diario muy bonito que mi padre me había comprado en New York. Palabras misteriosas que sacaba de un Larousse ilustrado, uno de los tesoros más valiosos de mi niñez. Palabras y más palabras. Y así escribí mis primeros poemas, para mis padres, y los ilustraba con semillas y hojas secas. Siempre me gustó dibujar y crear objetos de papel, pero nunca logré ni dibujar bien ni inventar lo que imaginaba, excepto en el poema. Escribía en español, mi primer idioma. Recuerdo anotar palabras en otros idiomas, en francés, por ejemplo, idioma preferido de muchos de mis ancestros irlandeses y catalanes sefarditas. El inglés siempre me pareció un idioma de sonidos raros, pero mi padre me enseñó a escucharlos. Después, en mi adolescencia, mis maestros de inglés fueron los Beatles. Ellos fueron mi cuerda de flores hacia la cultura inglesa, aunque yo ya leía a John Keats, por ejemplo. A los diez años gané un concurso de composición sobre José Martí. Recuerdo que me dieron un diploma muy elegante, y un libro de los Versos Sencillos. Lo mejor del premio fue celebrarlo con mis padres con un almuerzo en El Carmelo del Vedado. MMM Tu primer poemario, El tiempo es una mujer que espera, lleva un título que invita a la reflexión. ¿Se puede establecer alguna comparación entre tu vida y el tiempo de la espera CC La editorial Torremozas de Madrid publicó El tiempo es una mujer que espera en 1986. Con anterioridad, habían salido en San Francisco, en 1984, Fanaim, poemario bilingüe, artesanal y de poca tirada. El tiempo… reflexiona sobre dos temas principales: el viaje como desplazamiento físico y la celebración de una persona amada. Hay muchas geografías en este libro. Me resulta curioso que lo menciones en la entrevista, pues este libro se agotó muy pronto. No sé si porque un amigo mío compró muchos ejemplares para regalarlos a otros amigos (era su forma de probarme su gusto por mi poesía), o porque los poemas sobre amores imposibles gustan mucho, o porque dos revistas de moda, en México y España, publicaron varios de los poemas de este libro, y gané unos cuantos lectores. En cuanto a una comparación entre mi vida y el tiempo de la espera, sólo se puede encontrar en esos poemas. MMM ¿Cuál ha sido tu experiencia de trabajo con los poetas norteamericanos (no latinos), en cuanto a la participación en series de lecturas, talleres, traducciones y publicaciones en general? CC Llegué a San Francisco en 1983, después de haber vivido en Zurich y New York. Aunque había leído a Edgar Allan Poe, Walt Whitman, Emily Dickinson, Sylvia Plath, Ann Sexton, Erica Jong, Mina Loy, Robert Bly, y a otros poetas, no fue sino en San Francisco, a partir del año 1984, que mi lista de poesía norteamericana se amplió. En 1985 ayudé en la organización de la National Poetry Week que dirigía el poeta norteamericano Herman Berlandt en San Francisco. En un recinto enorme de Fort Mason, un lugar muy especial cercano al mar, empezó mi verdadero aprendizaje de la poesía contemporánea norteamericana, de la que no soy una especialista, pero sí buena lectora. Allí conocí al poeta Jack Foley, mi Virgilio hacia Kenneth Rexroth, Diane di Prima, Lawrence Ferlinghetti, Jack Kerouac, Robert Duncan, Julia Vinograd, H. D. Moe, Bob Kaufman, Michael McClure, y otros. Más recientemente conocí a Chana Bloch y a Stephen Ratcliffe. Con Foley colaboré en muchos proyectos de poesía durante varios años, y él fue también mi puente hacia la Beat Generation. Mi primera lectura en el Bay Area tuvo lugar en el entonces famoso Larry Blake's, de Berkeley, en diciembre de 1987. Allí conocí a varios poetas muy interesantes. He traducido algunos poemas de Foley al español, también he leído con él en varias librerías y centros culturales del Bay Area. Por aquellos tiempos yo editaba El Gato Tuerto, una gaceta de arte y literatura, y en ella publiqué a poetas norteamericanos. Te hablo de la década de los ochenta hasta los noventa. Después he estado algo alejada de la escena cultural de California, debido a mis viajes constantes a Londres y Barcelona. No hace mucho “volví” a ser parte de la escena poética del Bay Area cuando Paul Suntup editor de Tebot Bach, me incluyó en la antología de poetas de California So Luminous the Wildflowers en 2003 y en Blue Arc West, que se publicó en el 2006. En marzo pasado regresé “a la escena” de San Francisco, cuando fui invitada a hablar sobre los irlandeses en el Caribe en el acto inaugural de Crossroads. Irish-American Festival, un festival irlandés que se celebra todos los años en el Bay Area, y que estuvo dedicado a la presencia irlandesa en las Américas. A partir de febrero tengo algunas presentaciones de mi libro A Mapmaker’s Diary. Selected Poems, publicado recientemente por White Pine Press, en Oakland y Berkeley. Es así como regreso a los escenarios del BayArea. MMM ¿Prefieres escribir directamente en inglés o prefieres escribir en español y luego traducir lo que has escrito? CC El libro 34th Street and other poems, publicado en San Francisco en 1987, sólo incluye poemas en inglés, algunos de ellos los escribí directamente en inglés en New York. Mi amigo Chris Allen, periodista y editor norteamericano, los revisó, y editó disparates. Hoy me parece increíble que yo escribiera poesía en inglés y que creyera que lo hacía tan bien. Mis inventos gramaticales me divertían. Leer en inglés y escribir en inglés fueron mi manera de sentirme en casa en New York, y creo que, a pesar de muchas de las vicisitudes de mi vida de exiliada en la ciudad, lo logré. Guardo un diario de esa época, escrito en un inglés, muy sui géneris. 34th Street fue merecedor de cuatro reseñas, bastante buenas, en revistas literarias norteamericanas, Después todo cambió, y sólo escribo en inglés algo de prosa o notas para diccionarios. Mis traductoras Mary G. Berg y Angela McEwan son mi otra voz. Con ellas trabajo en las versiones de mi poesía. Y eso me encanta. MMM ¿Cómo mantienes el vínculo con otros escritores latinos o hispanos en los Estados Unidos? ¿Se puede mantener una relación a nivel de país, a pesar de las distancias geográficas que existen? CC Te mencioné anteriormente El Gato Tuerto, una gaceta de arte y literatura que edité en San Francisco entre 1984 y 1990. El Gato me puso en contacto con muchos escritores hispanos, latinoamericanos y españoles. Mantengo, desde esa época, la amistad con algunos. He conocido a muchos poetas y escritores en Congresos de Literatura y Conferencias de Traductores, como ALTA (American Literary Translators Association), en recitales de poesía, y gracias a otros escritores. A mediados de los ochenta, viajaba frecuentemente a México y allí hice amistad con algunos artistas y poetas. Después, empecé a pasar parte de mi verano e invierno en Barcelona, en los noventa. Continúo allí mi colaboración con poetas visuales y pintores. La publicación de Corner, una revista en la red, dedicada a las vanguardias, me sirvió de puente hacia artistas, escritores y críticos de muchos lugares. Aún puede leerse Corner en http://www.cornermag.org. Allí encontrarás un número dedicado a los poetas visuales de Barcelona, otro a artistas y escritoras de vanguardia, otro número es un homeaje a John Cage, en el que colaboran poetas, artistas y músicos de España, Estados Unidos e Inglaterra. Otros vínculos surgen gracias a lo que uno publica. A veces un poema, una reseña de libro o un ensayo, son los puentes hacia otros escritores. También la universidad es mi nexo hacia otros escritores hispanos en los Estados Unidos y hacia los latinoamericanos y españoles. Por ejemplo, uno de mis cursos está dedicado a la literatura cubana de la diáspora. Otro a la literatura cubana a partir de los años veinte. Otra de mis clases estudia la literatura judía latinoamericana en la que incluyo a varios escritores cubanos, por ejemplo a José Kozer y a Ruth Behar. Enseño también poesía latinoamericana y española. Hace unos meses salió en Londres, publicado por Tamesis, A Companion to US Latino Literatures, que coedité con Darién J. Davis, profesor de historia de Middlebury College. El pasado noviembre lo presentamos en el Instituto Cervantes de Londres, con la participación de Stephen Hart, profesor y crítico de literatura hispana, y el poeta cubano Jesús J. Barquet. Los libros son también puentes. En cuanto a la relación a nivel de país, si te refieres a Cuba, no puedo hablar de vínculos literarios, porque no los tengo, excepto con algunos escritores cubanos que viven en Estados Unidos. He escrito algunos ensayos sobre poetas cubanas, y en el 2002 la editorial Torremozas publicó Voces viajeras, una antología dedicada a poetas cubanas que viven en diferentes partes del mundo. He tratado de estar al tanto de lo que se publica en Cuba, pero no siempre es fácil. Mucha de la literatura cubana, de la Isla, que he leído en los últimos años, ha sido en antologías publicadas en México o España, y en traducciones al inglés en los Estados Unidos. De vez en cuando ha llegado a mis manos una revista literaria, y he leído algunos poemarios de las Ediciones Vigía. En el 2005 clausuré una exposición de libros de la Vigía en el San Francisco Center for the Book. Cerré con una lectura de mi poesía, y el lazamiento de mi libro de ensayos y poemas Ticket to Ride. También tengo un Marco Polo que me cuenta de los quehaceres literarios de la Isla. En el 2002 recibí el Primer Premio de Poesía Hispanoamericana Dulce María Loynaz en Islas Canarias por el manuscrito de Movimientos metálicos para juguetes abandonados. El libro se publicó en La Laguna, Tenerife en 2003, y los organizadores del premio hicieron una presentación del libro en La Habana, creo que en la Biblioteca Nacional. No estuve allí, pero varios amigos cubanos me contaron del acto. MMM ¿Qué piensas sobre el uso del español, cada vez más frecuente, en los Estados Unidos? CC Lo celebro. MMM ¿Cómo percibes el futuro de los escritores latinos o hispanos en Norteamérica? CC Como un buen futuro. Pero los escritores hispanos que escriben en inglés, sobre todo los narradores, siguen siendo los más conocidos y publicados en Norteamérica por las grandes editoriales. Pocas obras de hispanos que escriben en español se traducen al inglés. El lector promedio conoce mejor la literatura latinoamericana y española gracias a las traducciones. Hace unos años la editorial Harper Collins empezó a publicar una colección titulada Rayo dedicada a autores hispanos, y lo hace en inglés y en español. Es interesante ver que esto sucede. Hacen falta más revistas literarias como la Hostos Review/Revista Hostosiana que dirige el escritor peruano Isaac Goldemberg. Y como Baquiana, que tú editas. Son puentes no sólo hacia la literatura hispana de Estados Unidos, sino también hacia la literatura latinoamericana. MMM ¿Piensas que las mujeres y, en especial, las escritoras ya han logrado todas sus aspiraciones? CC Si te refieres a logros en el mercado editorial, diría que sí, en el caso de las narradoras. En el caso de las poetas, desgraciadamente no es así. Referencias Maricel Mayor Marsán - http://www.baquiana.com/Numero_LI_LII/Entrevista.htm
Concepción Silva Bélinzon fue una escritora Uruguaya, nació en Montevideo en el año 1903 y murió el 2 de noviembre de 1987. Se caracterizó principalmente por escribir obras poéticas. En su obra escribía tanto en sonetos, como en oda sáfica y en lira. Comenzó a publicar en la década del 40, y su primer libro fue “El regreso de la Samaritana”. La religiosidad se ve en sus obras, es más espiritual que intelectual, pues para Concepción a veces era Dios quien le dictaba, a veces "las almas de los poetas unidos que quieren no morir". En su obra escribía tanto en sonetos, como en oda sáfica y en lira.
El día de los padres nació en Cuba de la poesía de una mujer... ...La primera vez que se celebró en Cuba el Día de los Padres fue en el año 1938. Por la sensibilidad con que debía estar enmarcado, tenía que ser una poetisa quien diera vida al homenaje a nuestros progenitores, que desde entonces tendría lugar el tercer domingo de junio, y precisamente esa primera vez resultó el día 19 del sexto mes del año. La poetisa Dulce María Borrero de Luján fue la pionera de la conmoración, teniendo en cuenta que ya las madres tenían su día el segundo domingo de mayo, mes de las flores, resultó una idea excelente escoger al tercer domingo de junio, mes de inicio del verano, para congratular a los padres... Dulce María Borrero de Luján (1883-1945). Poetisa, bibliógrafa, publicista y notable pedagoga cubana. Destacada luchadora por los derechos de la mujer. Desde su juventud demostró poseer especiales dotes para el cultivo de las artes, las letras y, muy especialmente, la poesía. Nació en La Habana (Puentes Grandes) el 10 de septiembre de 1883. Era hija del Dr. Esteban Borrero, notable hombre de ciencia y educador, cuya casa llegó a ser el centro del modernismo naciente en Cuba; y hermana de Juana Borrero Pierra (1877-1896), figura imprescindible de las letras cubanas. Desde niña fue educada en las letras y continuó con su obra la tradición familiar iniciada por su abuelo paterno, su padre y su hermana Juana. Creció en una atmósfera artística y literaria, en medio de reuniones a las cuales concurrían otros escritores, como Julián del Casal y los hermanos Carlos y Federico Uhrbach. En 1895, debido a que el padre, Esteban, estaba involucrado con la causa revolucionaria, los Borrero se vieron forzados a emigrar a Key West (Cayo Hueso), en los Estados Unidos. Allí moriría Juana (en 1896, cuando todavía no había cumplido los 19 años), quien la había orientado en sus estudios. Dulce María publicaría entonces, en la Revista de Cayo Hueso, sus primeros versos, acompañados de sus propias ilustraciones, pues manejaba el lápiz y el pincel con bastante soltura y facilidad. Pasó luego a Costa Rica, cuando su padre fue a ocupar el cargo de delegado de la Revolución en ese país. Regresó a Cuba en 1899, después de terminada la Guerra de Independencia cubana, y comenzó a darse a conocer como escritora. En 1908, obtuvo el primer premio en los Juegos Florales del Ateneo de La Habana con el canto simbólico “Amor”, y medalla de la revista Cuba y América, por su soneto “¡Mayo!”. En 1912, recibió el primer premio y medalla de oro de la Academia Nacional de Artes y Letras por su libro de poemas Horas de mi vida. En 1914, obtuvo medalla de oro en el concurso del Comité Avellaneda por su composición “Alba de Gloria” y, en 1919, el premio de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes por su colección de cantos y juegos para kindergarten. En la poesía de Dulce María Borrero hay una honda desesperanza en una delicada tonalidad lírica. Destaca una nota intimista y refinada, señalada por varios críticos. Sus versos fueron espontáneos y naturales, libres por completo de artificios, reglas o escuelas métricas. También escribió textos de reflexión crítica, como “La poesía a través del color” (1912), “El matrimonio en Cuba” (1914), entre otros, aparecidos en publicaciones como Cuba Contemporánea, Revista Cubana, Revista Bimestre Cubana y El Fígaro. Fue miembro de número de la Academia Nacional de Artes y Letras desde su fundación en 1910 y codirectora, con Miguel Ángel Carbonell, de sus Anales. En 1935, ocupó la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación. Fundó la Asociación Bibliográfica de Cuba (1937) y a ella se debe la creación de varias bibliotecas públicas. Pronunció conferencias sobre temas artísticos y literarios, así como sobre problemas educacionales y cívicos. Tuvo participación activa en pro de los derechos femeninos: defendió la incorporación de la mujer al ámbito de la educación y la cultura en artículos como “El magisterio y el porvenir de Cuba”, “La fiesta intelectual de la mujer: su actual significado; su misión ulterior” (1935) y “La mujer como factor de paz” (1938). Mostró un permanente interés por los problemas de Cuba; su cubanía se proyectó en conferencias, artículos periodísticos, folletos y actuaciones cívicas. Se distinguió por su agudo espíritu de observación y análisis, no sólo en lo referente al arte y las letras, sino también en relación con los estudios sociológicos y políticos. Como su hermana Juana, fue también Dulce María Borrero una muy distinguida pintora de flores y naturalezas muertas. Murió en La Habana el 15 de enero de 1945. Referencias Baracutey Cubano – http://baracuteycubano.blogspot.com.es/2011/06/el-dia-de-los-padres-nacio-en-cuba-de.html En Caribe – www.encaribe.org/index.php?option=com_content&view=article&id=381:dulce-maria-borrero-de-lujan&catid=87:literatura&Itemid=104
María Dhialma Tiberti (La Plata, Buenos Aires, 25 de octubre de 1928 - San Isidro, Buenos Aires, 16 de enero de 1987) escritora argentina. Nieta de Luis Tiberti, cursó estudios en la Escuela Normal Nacional Nº 1 Mary O. Graham y Letras e Historia en la Facultad de Humanidades de la Universidad local (Universidad Nacional de La Plata). Ha tenido a su cargo la colección Ediciones del Bosque, integrada con obras de otros conocidos autores provinciales, tales como Raúl Amaral, Horacio Ponce de León, Ana Emilia Lahitte[1], Roberto Themis Speroni y María de Villarino entre otros. Ha colaborado en diarios y revistas y fue miembro fundador, y vocal titular, en 1956, de la filial platense de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y de varias instituciones culturales y sociales. Hacia 1950, fue miembro de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares y ejerció un especial patronato intelectual como madrina (benefactora) y socia honoraria de la Biblioteca Escolar Popular Domingo Faustino Sarmiento, de la Escuela Nacional Nº 85 de Coihuecó – Loucopé (Via Zapala) en la Neuquén. También fue miembro activo del Consejo Femenino de la Asociación Interamericana de Escritores. Como escritora, recibió numerosas menciones honoríficas y premios literarios, entre ellos el del Consejo del Escritor por el cuento Niña en la ventana, y otro por la novela Estimado señor Gris Heredera de la tradición literaria de Norah Lange, de tendencia ultramodernista, en los escritos de Tiberti predomina el elemento plástico y el movimiento de las imágenes regidas por el adjetivo siempre parco, como en su famoso poema Y la nostalgia. Algo de Antonio Machado y de Juan Ramón Jiménez se encuentra a lo largo de muchos versos de la autora, pero también de Pablo Neruda y de Rainer Maria Rilke. Sin embargo, del romanticismo, la poesía de María Dhialma Tiberti no tiene sino lo más fino y delicado, lo más tenue y sutil, lo que de él ha sobrevivido en el modernismo (Helena Percas, 1958). En 1967, Ediciones de Cultura Hispánica, bajo la dirección de la académica (RAE) Carmen Conde, publica poemas de Tiberti en una antología titulada: Once grande poetisas américo-hispanas, junto a poemas de Delmira Agustini; Gabriela Mistral; Alfonsina Storni; Juana de Ibarbourou; Dulce María Loynaz; Clara Silva; Julia de Burgos; Amanda Berenguer; Ida Vitale; Dora Isella Rusell. El perfil cosmopolita y la brillante personalidad de la escritora, viajera infatigable en tierras europeas, en particular escandinavas, residente luego en Holanda por algunos años, atrae a grandes intelectuales de su tiempo. En efecto, durante más de una década, a partir de 1965, Tiberti reúne en su residencia de San Isidro, un grupo científico-literario, frecuentado por los escritores Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Alejandra Pizarnik, Josefina Passadori, Maria de Villarino, Nicolás Cócaro; y los científicos, W. Selman Eggebert, Plinio Rey, Adrian Aten, entre otros. Entre literatura y ciencia, disparidad de interéses armonizados y justificados dado que la escritora era casada con el reconocido científico, experto en energía nuclear, Dr Gregorio Baro, quien fuera director de la Comisión Nacional de Energía Atómica de la República Argentina.
Brígida Agüero y Agüero. Poetisa camagüeyana que tuvo como mentor a su padre Francisco Agüero Duque Estrada, apodado “El Solitario”, entre él y su esposa doña María Agüero y Varona forjaron su alma y sus sentimientos. Nace en Puerto Príncipe, Camagüey, Cuba el 12 de mayo de 1837. Hija del poeta Francisco Agüero y Estrada. Pasó la niñez en una finca cerca de su natal Puerto Príncipe, en la que recibió de sus padres la primera educación. Con el movimiento revolucionario de Narciso López, su padre, que se había dado a conocer por sus ideas políticas, fue desterrado y eso hizo que Brígida dejase el campo para vivir en la ciudad, donde dio a conocer sus poemas. En 1861 amplió su educación en la academia que sostenía la Sociedad Filarmónica de Camagüey. Más tarde llegó a ser socia de mérito de dicha sociedad. A los diecisiete años se dedicó por completo al cultivo de las letras y a laborar por la cultura de su ciudad natal. En 1861 se establecieron en la Sociedad Filarmónica de Puerto Príncipe unas clases de literatura y en ellas estudió con asiduidad demostrando sus condiciones excepcionales, al poco tiempo era nombrada Socia Facultativa de la sección de literatura. Fue en esa época en que escribió su oda "Las Artes y la Gloria, que dedicó a los socios del liceo camagüeyano y que leyó en uno de los muchos actos culturales que ofrecía a la sociedad tan prestigiosa institución. Todo lo feliz que fuera en sus primeros años, lo fue de desgraciada en su juventud. La familia se vio perseguida por sus ideas revolucionarias, y ella, pronto se vio atacada por la tuberculosis que hizo grandes estragos en su delicado organismo. Nunca ignoró su estado. Murió en Puerto Príncipe un 26 de junio de 1865, a los veintinueve años dejando una basta obra. Escrito Sus poemas aparecen recogidos por José Manuel Carbonell en el tomo tercero de su Evolución de la cultura cubana. 1608-1927. (La poesía lírica en Cuba. T. 3. La Habana, Imp. El Siglo XX, 1928, p. 365-367.) Retrato de una señorita, 1858; Ecos del alma, 1859; Inspiración, 1859; La Fe Cristiana, 1859; Flores del alma, 1859; Lo Bello, 1860; A la señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, 1860; A la Virgen, 1860; El encuentro, 1860; Las Artes y la Gloria, 1860; Desencanto, A..., 1860; A Puerto Príncipe, 1860; Adiós a B..., 1860; Esperanza, 1860; A un retrato, 1860; Desde el campo, 1864; A la simpática niña doña Ana de Varona y Varona, 1864; A la Primavera, 1864; La noche y el día, 1865; Resignación, 1866. A su memoria ofrendaron numerosos poetas, escritores y admiradores suyos una Corona Fúnebre en sentidos versos. Referencias Ecured – https://www.ecured.cu/Brígida_Agüero_y_Agüero