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"Bajo el cielo"

Regreso como cada día por esa calle tan habitual, siempre a la misma hora, como inevitable rutina a la que nos somete la vida.

Encima de mí, un cielo de invierno donde no se oye el canto de las aves. Un cielo aún sin estrellas semejando un mar que no tiene fin.

Recorro el silencioso y desierto camino (siempre tan familiar), donde los gritos melodiosos de las campanas, grandes y pequeñas, ¡todas a la vez!, nos invitan al despertar
en un clamor lleno de vida matutina.

Y mis pasos... mis pasos se pierden junto a esa vieja melodía que cada vez se va haciendo más y más lejana. No puedo evitar en un raro impulso de supervivencia pensar en mí, como si la vida estuviese anclada en las orillas de un río, igual que ese puñado de algas que se amontonan temblorosas en las márgenes del agua.

¡Qué absurdo pensamiento!

De pronto y como si de magia se tratara, un halo de serpentinas mandarinas caen sobre mí y trato asombrada de no pisarlas. Ahora los monótonos pasos se han transformado
en saltitos infantiles, que me alejaron de esa orilla solitaria colmada de silencios.

La calle por un instante, se llenó de movimiento y a la vez, de un sutil susurro
que nos dejaba al caer, esa imparable danza de papel.

Las serpentinas ya no están, ni el sonar de las campanas, ni la orilla del río, ni las algas ahogándose en el agua. Solo estoy yo, que continúo silenciosa por esa calle, que de repente
“era tan desconocida” para mí.

Esto es la vida, nada es eterno, nada es igual, ni siquiera la rutina. Y así, me pierdo en mis pensamientos, aunque ahora continúo caminando bajo un hermoso cielo dorado, pero aún... “sin estrellas”

Domingo 02/03/2019

#Prosa

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