Cada mes de abril de tan esperados años,
regresarán mis anheladas golondrinas,
revoloteando como hacían antaño,
y volando cual muy ligeras bailarinas.
Son bellas y pintorescas, voy a buscarlas,
oigo ese bello, fugaz y hermoso aleteo,
pero no dejaré nunca de contemplarlas
con alborozo y su musical tintineo.
¿Por qué verdes y lejanos campos se han ido?
¿Cuántos mares, cielos y ríos han surcado?
¿Cuánto dolor, miedo y gran frío habrán sentido
con los vientos tan oscuros y huracanados?
Su nido muy caliente, frágil y seguro
les espera con la sonrisa jadeante,
lo llenarán todos los polluelos oscuros
llenos de esa vida andariega y palpitante.
El tan incesante e incansable trabajo
buscando ese alimento meloso y certero
es bien acogido con inmenso gasajo
al paladear ese divino puchero.
¡Vienen mis hermosas y alegres golondrinas!
a todos os lo digo cantando y bailando,
mirad a mis fugaces aves peregrinas
jugando con ansiedad de vida y volando.
Pasarán los días y la oscura noche,
los pichones cubiertos de tupidas plumas,
batiendo alas sin cesar, con mucho derroche
por la frágil e insegura vida que abruma.
Un día soleado parten a volar
se sienten inseguras pero muy felices,
saltando de rama en rama para mirar
a ese gran horizonte lleno de matices.
Ya nuestro nido quedó sin plumas, vacío,
se fueron las buenas y lindas golondrinas,
solo veo un lugar muy triste y tan sombrío
donde nacieron mis queridas danzarinas.
La triste incertidumbre que tanto consterna
cuando pienso que quizás, jamás volverán.
Solo me queda aquella sonrisa muy tierna
al saberme su paciente y más fiel guardián.