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Viejo sótano

Relato

En aquella capilla medieval había un viejo sótano y ella, (una chica joven llena de curiosidad), no dudó en bajar la fría escalera hasta adentrarse en esa estancia lúgubre con olor a siglos.

Poco a poco, su vista se fue adaptando a la oscuridad y con asombro y un tanto temblorosa, se vio rodeada de cuatro paredes de piedras llenas de moho, pero también cubiertas de nichos con nombres, fechas, epitafios y ese natural misterio que crea la intriga, el miedo o la incertidumbre.

Con paso tranquilo, fue recorriendo cada una de esas paredes, leyendo sus escritos (casi ilegibles), pero llenos de inesperados mensajes que no dejaban de impresionarle.

Y, empezó a imaginarse historias, recreando su mente, sin percibir en su lento andar, la abrumadora realidad del entorno.

Así, fue viendo los elegantes vestidos de época en esos bailes de salón repletos de música y los viejos amores de juventud llenos de risas y llantos, como si de una bella película se tratara.

Sin darse cuenta, se vio sumergida en ese agradable
letargo que crea la imaginación.

El tiempo transcurría y un frío húmedo y molesto le hizo reaccionar. En todo momento, mientras deambulaba, el centro de la cripta quedaba a sus espaldas.

Ella seguía ensimismada, observando con atención esos restos de tumbas antiguas tan llenas de recuerdos.

No se percató que “alguien” la estaba observando, pero... un escalofrío le recorrió el cuerpo y se volteó.

Allí estaba él, mirándola con arrobo, casi con deleite. Su rostro, aunque serio, emanaba gran dulzura y una tristeza en sus ojos que contagiaba al que lo mirase.

Era joven, hermoso y su cabello y su barba negra brillaban en la oscuridad.

—¿Quién es?
le preguntó ella y él no le contestó.

—¿Qué hace aquí?
y él, continuó callado pero sin dejar de mirarla.

—¡Me está poniendo nerviosa!, le dijo

Entonces lo observó de pies a cabeza y un frío la inundó.

—Váyase por favor,
—no quiero mirarle ni quiero que me mire.

En ese instante, solo deseaba huir, pero para hacerlo tenía que acercársele, casi rozarlo y quedó paralizada.

—¿Qué puedo hacer? se preguntó.

Y llenándose de valor, comenzó a andar de forma pausada, siempre con los ojos cerrados, no deseaba ver lo que le rodeaba, solo sabía que tenía como única compañía, los restos de esas tumbas, su inmenso miedo y él, que continuaba allí, muy cerca y mirándola de esa forma tan inusual.

Fue a los pocos pasos y cuando casi estaba a su lado, que sintió un cálido suspiro en el oído, como si una ligera pluma le hubiese rozado.

Sin quererlo y ruborizada, no pudo evitar un estremecimiento que le hizo retroceder y que nunca supo definir.

—¿Miedo, intriga, placer?

Miró a su alrededor y él ya no estaba, solo quedaba aquella sensación fría y húmeda que envolvía ese soplo embriagador que le erizó la piel.

Empezó a correr hasta alcanzar la ansiada escalera, sus escalones se le hacían interminables. Necesitaba llegar a lo alto para sentirse libre de esa imagen que tanto le perturbaba.

Pero... la puerta estaba cerrada.

Su angustia llegó al límite.

Golpeó con los puños apretados esa vieja puerta pidiendo ayuda. Sabía que él estaba allí, detrás, queriéndola retener.

Los segundos se le hicieron interminables, sentía los latidos de su corazón desbocado, pero”otros latidos” muy cercanos, le hicieron tambalearse, casi rendirse.

Al fin logró salir, respiró con ansias la brisa que tanto anhelaba y con fingida alegría trató de sonreír.

“Estaba segura que él nunca la llegaría a alcanzar”

Sin embargo, “no era feliz” sabía que lo dejaba solo,  abandonado en esa triste penumbra, y sin poder contenerse, lloró.

-¿Pero, por qué lloro si ya estoy libre?, se preguntó.

Entonces, sintió ese "alivio nostálgico” lleno de inquietud y desaliento por todo lo vivido.

-¿Por qué a mí?, se dijo
-¿Por qué?

No dejaba de preguntarse quién era ese hombre... aún le quemaba su suave aliento sobre la piel y esa mirada tan profunda llena de congoja, le invadía los sentidos.

Tampoco entendía su alma.

Pensar en él, le conmovía de una  forma dolorosa, sublime, pero... también le atemorizaba casi en la misma medida.

- ¿Cómo puedo sentir temor y ternura a la vez?, se decía, pero no tenía respuestas.

No podía olvidar su semblante atormentado, sumiéndola en ese profundo remordimiento que atrapa la conciencia.

Estaba segura, que su nombre estaría perdido entre las lápidas de esos epitafios antiguos y que posiblemente ella lo haya rozado con sus dedos, o tal vez, “acariciado”

—¿Cuál sería el suyo?

Trató de recordar, trayendo a su memoria tantos nombres que reposaban allí, pero, había uno, solo uno, que no podía olvidar.

Su epitafio decía.

“Murió muy joven, nunca encontró a su amada, pero seguirá buscándola”

—Era él...

Hasta el último día de su vida, este recuerdo inquietante le persiguió, sintiendo su presencia etérea y sublime como un “dulce sueño” o a veces, como una ”deseada pesadilla” de la que no quería despertar.

Nunca regresó a ese viejo sótano, pero sabía que él estaría allí, solo, con su rostro dulce y la mirada triste.

¡Esperándola!

02/01/2018
Hace 30 años, estando en Florencia, realicé un trabajo de restauración en una capilla medieval que tenía un viejo sótano...
Ahora, al recrear esta historia, he vuelto a regresar a ese enigmático lugar que tanto me conmovió.

#Cuento corto

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