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Byron

La muerte de los poetas

Querido Juvencio:
Las grandes nubes me invaden.
El mar se secó antaño
y ya nadie oye cantar al cuervo.
 
Querido Juvencio:
Yo no soy grande, como quien te escribió hace tiempo.
No regreses aquí, todos han muerto.
No vuelvas, corre, se ha helado el infierno.
 
Querido Juvencio:
Han pasado un millón y medio.
Tu figura maldita es más odiada que de costumbre. La libertad se ha terminado.
Pase lo que pase, querido Juvencio, no vuelvas a por nosotros.
Huye, huye lejos. Sálvate. Ve donde no seas pecado.
 
Querido Juvencio:
Las negras nubes me invaden poco a poco.
El mar se secó hace tiempo
y ya nadie ha vuelto a oír al cuervo.
 
Juvencio...
Las sombras me oprimen, muy fuerte, el pecho.
El laberinto se cierra a cada fría luz que veo.
Las golondrinas marcharon, volaron con el viento.
 
Se acabó, Juvencio, todos han muerto.
¿Vendrán otros? Eso espero.
Mas los que vengan, no conocerán los que fueron.
Recuérdales, Juvencio, recuérdanos.
Recuerda a tus maestros.

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