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Esguince de corazón

El día que mi musa murió,
el cielo estaba apagado.
La vida corría con frío,
firme, a través del cristal.
Una bengala de sueños
voló desde mi cabeza,
y lo iluminó,
Y no apareció jamás.
 
La miré alejarse,
intenté seguirla
y al llegar a su vera,
la Conexión se apagó.
“ No quiero verte más,
ni sentirte cada día”
dijo, tranquila,
y me traicionó.
 
¡Yo que por ti
habria dado la vida,
y la muerte,
y el purgatorio!
Por repetir una vez más
un poema que me llene,
que me haga vomitar
entrañas ensangrentadas
y no ganas de llorar.
 
El día que ella se fue,
intenté evitar que se marchase.
Fórmula totalmente vana
para quien salió antes de entrar.
Supliqué, rebatí,
requiebros de ceniza en el portal.
Y al final, otra traición,
otro golpe, otro sin sentido,
porque ella no fue mía,
y jamás estuvo conmigo.
 
Golpeé todo
lo que se cruzó a mi paso,
grité injusticia
sin escuchar mi voz:
Mi Lesbia, mi Beatríz,
mi Laura, mi abrazo...
Lloré sin ventura
la vuelta al hogar.
 
Mientras ella reía
escaleras abajo,
destrozaba mis sueños,
mi alma inmortal.
Me sangre hoy día
el corazón de mimbre,
que gracias a Kutxi
no debo curar.
Aguanta las aguas,
La fuerza, lo triste
y antes que partirse,
se doblará.
 
El día de mañana
cuando nadie te escriba,
cuando nadie te piense,
cuando nadie te busque:
Recuerda mis palabras,
lo último que dije,
y olvidalo por siempre,
pues no tendrás jamás
una palabra bonita,
un sentimiento sincero
por parte de nadie
a quien hagas llorar.

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