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Cuento para Angélica

Ella se hizo de día y todo alrededor cobró sentido,
las aves emprendieron el vuelo siguiendo la ruta del astro matutino
a lado de las estrellas  que siguieron el mismo camino.
Los papalotes se apresuraron y tomaron el primer barco que zarpaba a Marte
los arboles despeinados se asomaron a los ojos de ella para ver sus reflejos
y acomodarse las ramas
las nubes dejaron de ser nueces y tomaron diversas formas
desde un conejo hasta un gorila sosteniendo a un bebé
desde una flor hasta un tren
 
y el cielo felíz la miraba despertar.
 
Era de día y el sol casi dormido se levantó de su pecho, ella se vistió de risa
en su boca nacía la brisa y de prisa se abrió la puerta donde el aire ansioso entró y le sembró en la mejilla un beso
 
un ángel travieso la esperaba al final de la puerta, ella se encontraba hermosa
floreciendo solo para el, ella se alejó de la cama dejando rastros de estrellas, colores
y jazmines florecían bajo sus pies y mientras caminaba extendiendo sus alas
el sol se desbordaba en su vestido, que tierno azul amarillo llevaba en la frente
iluminando todo a su paso, su pequeña silueta encendía la mañana
y si la mirada dulce de ella te encontraba terminabas por rendirte a sus pies
 
Ella venia de un sueño al revés de la lluvia
como cayendo de la tierra al cielo o de una mágica luz que al despertar
se convertía en mujer, sin margen de error, ella era perfecta.
 
Ella tomó de la mano a su ángel y juntos salieron a caminar por los jardines
por la ciudad de las flores, juntos recibiendo la brisa solar
que se entremetía en ellos y los invitaba a volar.
El la tomó por sorpresa de la cintura y agitaron sus alas y sin rumbo fijo
alzaron el vuelo
todo era pequeño desde las alturas, las nubes eran cortinas y abajo los arboles
despedían a estos dos seres alados, a estas dos criaturas  trazando luces
en lo alto del cielo, tiñendo de rojo y azules la piel del universo
viajando por las piernas de la mañana.
aterrizaron en un país tan pequeño y caminando nuevamente se acercaron
cada vez mas a una pequeña ciudad donde  las casas estaban hechas de algodón de azúcar
cada ventana apuntaba al mar y todos los habitantes eran seres mágicos
que se dedicaban a tejer sueños y a dibujar chispas luminosas
a contemplar la colina de las hadas sentados en los campos repletos de versos.
Ella encantada le pidió a su ángel que la acompañara a caminar
por la avenida de los deseos, deteniéndose por momentos para abrazarse
y minutos después abrazarse de nuevo, ella con los ojos iluminados
viendo cada detalle, sonriendo, jugando, trepándose a cada arcoiris
que encontraba a su paso y resbalándose hacia el otro lado
donde su ángel la esperaba con los brazos abiertos.
Ella no paraba de reír cuando las libélulas se acercaban a su pecho
y le hacían cosquillas y se enredaban en su cabello
su ángel era feliz cuidándola de tan cerca y observando los diversos colores
que de ella se asomaban en su aliento, las horas pasaron y se hizo de noche
ella llevaba un canasto de frutas y el flores nocturnas para que ella no tuviera miedo
decidieron dormir bajo la luz de un árbol dorado donde cada hoja que caía
llevaba en si un hermoso cuento.
Ella decidió acampar en los brazos de su ángel y el hizo guardia
para protegerla de ciertos duendes traviesos, al cabo de unas horas el también
se quedó durmiendo sin antes cubrirla del frió y darle en la frente un beso.
 
Pasaron los días y ellos no emprendieron el regreso
se convirtieron en habitantes mas de esa ciudad tan pequeña
he hicieron de ella su propio universo y cada día se despertaban temprano
para tejer sueños, dibujar chispas luminosas y mas tarde
contemplar las colinas de las hadas tomados de la mano
sentados en los campos repletos de versos
se convirtieron en seres mágicos azules
en este pequeño cuento.

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