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CÍNICA CONFESIÓN

¡Qué pena! Si la vista fuera tacto
le rozara su piel bella y prohibida
mirándola con un tierno contacto
caricioso de intrépido suicida.
 
Mis ojos en innoble y vulgar acto
le tocaran la tez desprevenida
palpando al contemplar, dejando intacto
su pudor de mujer comprometida.
 
Tangible su epidermis aunque ajena,
en amable distancia tentadora
nos une la mirada. Es una pena
 
frustrada mi caricia se evapora
mas sólo el pensamiento me condena,
mi vista no tocó su piel... Señora.
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