Tierna infancia de anhelo en que creía
en seres luminosos y de encanto,
que buscaba un fulgor, un eco, un canto,
un rastro en mi alienada fantasía.
Los años de mi búsqueda vacía
me tornaron la fe en un desencanto.
Cansado de buscar, no sin quebranto,
mi vida se volvió seria y sombría.
Mas he aquí que llegaron, son dos seres
de luz, mi añejo ensueño se reanuda.
Fantásticas amigas, dos mujeres
de humano sortilegio. Ya no duda
mi iluso corazón, tienen poderes.
Son Adas, (no precisan de “hache” muda).