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INTRUSITO

(Al abrirse el telón, un aposento en penumbras donde una luz discreta ilumina al centro una mesa, un hombre de aspecto indigente sentado en una silla con un vaso, muchas botellas llenas y otras tantas vacías).

Espera, no te vayas todavía… Te veo partir después de perturbar mi soledad. Me enojó la manera en que entraste a mi mundo, atosigándome a preguntas; por eso te contesté tan de mala gana. Pero te dije la verdad: Siento vergüenza.

¿Qué te asustó? ¿Mi sinceridad, mi aspecto, mi olor a podredumbre? (¡Hic!) Quizá fue todo junto... No creo que estés acostumbrado a ver la cara auténtica de la vida. Tan inocente, con tus rubios cabellos y tus ojos llenos de curiosidad. Te puedes meter en serios líos por husmear donde no te llaman. Hiciste bien en irte, yo no soy una buena persona… Todos se alejan de mí… Ya estoy acostumbrado… (¡Hic!).

Cuando llegaste de repente a molestar, ya estaba “ido”, son de esos pocos momentos del día que alcanzo a flotar; es lo más parecido a la tranquilidad  que puedo tener porque en las noches las pesadillas y la tembladera no me dejan y tengo que echarme un “fogonazo” de ese fuerte para lograr calmarme. Ahora no sé cuántos vasos me tendré qué “zumbar” para volver a como estaba. ¡Chamaco latoso!

Pero te has ido (¡Hic!). De seguro burlándote de mí, es lo que más me crispa: “Conocí a un borrachín”, dirás a tus amigos y te vas a sentir como el valiente que se asomó a la cueva del monstruo y pudo salir justo cuando se despertaba. Y así fue (¡Hic!), me despertaste de mi “flotadera”. Me hubiera gustado zarandearte para que aprendieras a respetar la vida de la gente; para poder, en tus recuerdos,  ir a molestarte cuando duermes ¡A espantarte con mi aspecto repulsivo nomás pa’ que veas lo que se siente! Pero me agarraste desprevenido. Ora el que no puede sacarte de la mente soy yo. ¡Yooo que lo único que quiero es olvidaaar! ¡Olvidar que siento vergüenza! ¡En mala hora te apareciste escuincle metiche!

¿Qué tiene de malo entrarle al alcohol mientras el cuerpo aguante? Ni siquiera te iba a dar, si nomás alcanza pa’ mí. Tú has de vivir en tu “mundo de fantasía”, disfrutando de las puestas de sol cuando te dé la gana (¡Qué pérdida de tiempo!), jugando al explorador y descubriendo las “maravillas de la vida”. Voy a ser una de las curiosidades en tu bitácora de viaje. ¡Noooo, de seguro me tienes lástima y yo no quiero la lástima de nadie! ¡Peor si cuentas de mi, habrá muchos extraños que para sentirse buenos se condolerán! Y yo no soy un perro para que así me traten. ¡Tengo nombre! (lo tuve). ¡Soy alguien! (lo fui). Y si bebo para olvidar también quiero que todos me olviden ¡Por qué no cerré bien la puerta? Siempre confiado en que nadie se acerca, me puse a echar trago como siempre sin pensar que te ibas a asomar y preguntarme cosas. Tenías cara de inteligente. Además tu ropa no era de un niño cualquiera, parecías un pequeño príncipe. Se me hace que tu curiosidad molesta no me va a traer nada bueno y yo soy un triste borracho que procura no molestar a nadie. Sólo pudrirme en alcohol para olvidar y para acelerar mi muerte que es mi última esperanza. Soy cobarde y no me atrevo a matarme de trancazo. El trago es como irse apagando anestesiado… ¡Pero carajo (hic) cómo tarda en matar!

¡Niño tonto, ora que te fuiste te hubieras largado del todo! ¡No te puedo sacar de mi cabeza! La verdad no te hubiera hecho daño. Aunque no estés perdóname por cuanto te dije y no alcanzaste a oír. Fue por el coraje de que llegaras, preguntaras y te fueras. Sólo viniste a recordarme que soy un miserable. No se me van de la cabeza tus ojotes en los que pude verme; en esta casa no hay espejos, los he quebrado todos para no darme cuenta cómo me voy haciendo nada. Pero vi un poco más en tu mirada además de a mí mismo. Había un brillo especial, lo conozco; soy borracho pero no imbécil y algo sé de la vida: ¡Estás enamorado niño y no te tratan bien! Venías huyendo de algo y en busca de algo que aquí no encontraste. Si te hubieras quedado te habría hecho unos dibujitos nomás para sacarte una sonrisa. ¿Ya lo ves? Ahora me preocupo por ti pero ya estás bien lejos y ni sé para dónde jalaste… Aunque no lo creas te puedo dar consejos, la borrachera no me quita la lucidez ¡Qué más quisiera! El amor es un riesgo de sufrir y a ti te ha pegado muy duro por lo que pude darme cuenta. (¡Hic!).

Yo amé… Hace mucho tiempo ¿Sabes? ¡Qué vas a saber si ya no me oyes! Pero ya que alebrestaste mis recuerdos, le sigo. Amé a la más linda de todas las mujeres (eso decimos todos). Y lo mejor o peor es que ella me quería con toda su alma: Yo tenía mucho que ofrecerle, trabajaba más que un farolero que vive aquí cerca; no tenía tanto dinero como el “dueño de las estrellas” pero mis brazos eran fuertes pa’ tenerla como una reina con el esfuerzo de mi trabajo. Nos casamos, fundamos un hogar y yo era el rey (aunque se enoje otro de mis vecinos). Un rey muy guapo (sin pecar de vanidad, como otros). ¿Ves niño que hasta el más mísero de los hombres también tiene su historia digna de contar?

Entonces ¡Qué pasó? Me has de decir. No comas ansias niño preguntón, con calma y nos amanecemos. Mi mujer y yo tuvimos un hijo más bonito que tú. Cuando entraste, me lo recordaste mucho. Eran mi mayor alegría, mi vida entera. Por ellos trabajaba de sol a sol sin perderme los crepúsculos como tú los has de hacer.

Un día regresando de un paseo, entre risas y cantos se ponchó una llanta del auto y nos desbarrancamos. Nada más yo sobreviví. Después de meses en coma desperté a mi pesadilla de soledad. Hubiera sido mejor quedarme apagado como estaba.

Una vez libre de médicos y enfermeras me decidí a extinguirme poco a poco y aquí me tienes. En todo el universo hay fuertes y hay débiles, yo soy de estos últimos. Sin mi familia ¿Ya pa’ qué? (¡Hic!) (Llanto).

Casi no me queda nada qué vender para comprar mis botellas. No me inquieta, pues ya no he de durar mucho. Cuando salgo a procurarme mis brebajes de muerte lenta, me miran desde los demás asteroides con gestos que van desde la repugnancia hasta la misericordia. Sólo el farolero se atreve a hacerme un poco de conversación entre las prisas de su trabajo (¡Dios lo bendiga!), no sabe cuánto se lo agradezco.

¿Ya ves niño metiche, lo que provocas con tus curiosidades? ¡Cómo quisiera que regresaras un ratito a platicar conmigo, me recuerdas tanto a mi hijo! ¡Para qué lado te fuiste con tu insólito navío de parvada? ¿Regresarás algún día? ¿Estaré vivo cuando vuelvas? ¡Si tan sólo te hubiera sonreído un poco! Eras quizá mi última alegría ¡Regresa… Regresa y no te vayas nunca… Principito!

(Telón.)

(2015)

Una paráfrasis libre sobre un episodio del libro “El Principito” (Le Petit Prince) de Antoine de Saint-Exupéry.

#Alcohol #Angustia #Compañía #Decepción #Intruso #Soledad

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