Quizá tan sólo sea cuestión de instinto
químico asunto de las endorfinas,
polen, abejas, peces, golondrinas;
no veo por qué el humano sea distinto.
Recto el asunto hacemos laberinto
de algo tan simple y las Leyes Divinas
imponen sus severas disciplinas
al aparearse, dicho sea sucinto.
¿Sería la mora de árboles morales
el fruto infausto de aquel Paraíso
lo que privó de impulsos naturales
a espécimen humano tan sumiso?
Hombre y mujer, en grupos o entre iguales:
¡Amaos, ya no pidáis ningún permiso!