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VIDA ULTERIOR

Desperté,
y vi que estaba muerto,
las paredes inmensas
guardaban mi silencio,
mi cuerpo estaba yerto
y mi razón cautiva.
 
Sin expresión mi rostro,
sin mirada mis ojos
desnudos de secretos
fulguraban reflejos
como las aguas quietas.
 
Me levanté callado,
conmovido de verme
temblaba sin gemidos
y lloraba sin lágrimas.
 
Mi mano impersonal
no cerraba mis ojos;
el eco de mis voces
ya no me respondía.
 
Lo mucho que gritaba
y el todo que callaba
iba por las tinieblas
a confundir silencios.
Ya no sentía temor
ni dolor ni nostalgia,
era sólo un secreto
que ya no se escuchaba;
no podía ser un fin
ni tampoco un principio.
 
Acaricié mis manos
que no me conocían,
tan vacías y tan simples,
tan de hielo y de nada.
 
Mi cuerpo,
mi pobre cuerpo con sus ojos abiertos
a mi lado yacía
sin emanar respuestas
y salí caminando
sin meditar a dónde,
evocando en silencio
mis últimas palabras:
 
“No estoy donde me encuentro,
pero entiendo que soy
quien siempre he sido.
He aprendido a buscarme
sin respuestas,
he encontrado palabras
perseguidas.
NO ME PIERDO PORQUE
YA ESTOY PERDIDO”.

1985
De mi libro "Los ríos impersonales".

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