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EL GUSANO Y DOÑA ARAÑA

Tomando el señor gusano
un hilo de doña araña
se tejió un gran pañuelo
para limpiar sus lagañas.
 
—Dígame señor gusano,
¿Por qué me robó mis hebras?
Si usted guarda en su ropero
carreteles de reserva—
Le preguntaba la araña
que venía de la selva.
 
—Le diré doña vecina
el improperio cometido:
he guardado mis ovillos
en lo alto de aquel tilo.
Vino Atilio, el leñador,
el que derriba los pinos,
llevándose los cajones
de seda que había escondido.
 
No me quedó ni un pañuelo
para limpiarme los ojos,
he llorado todo el día
por el terrible despojo.
 
La viuda negra escuchaba
lo que el gusano decía.
Pero estaba muy enojada
por su tela descosida.
 
—Si me permite señora
le arreglaré su telar.
Porque mi culpa ha sido
y me siento muy mal.
 
La araña emocionada
por tremenda confesión,
ya no estaba enojada
con el gusano tristón.
 
Le regaló carreteles
y una tela de nylon.
 
Por Alicia Ros

(1978)

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