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Canción de otro tiempo

Al ritmo de la muerte.

Y si, al pasar del tiempo, nos quedamos todos en silencio?
Como figuras antagónicas que suben al estrado, merodeando en las ruinas de un mar extenso de plegarias y un fúnebre vestigio de aliento.
El recurrente toqueteo del tiempo nos acosa hasta el final del camino,
tus manos frías me tocaron los ojos apagados, fríos como la niebla.
Ya no somos quienes fuimos, ya no suena la tonada animalística, gutural que nos atraía enajenados tal cual hipnosis colgante.
Y así, colgados de una escena, burlandonos del tiempo recurrente, encontramos, un sentido, un respiro, un amor.
Colgados, balanceándonos es donde se encuentran las causas perdidas, por imitar las agujas del reloj a contratiempo, entre murmullos incómodos, entre diminutos recuerdos perdidos, esperando a ser encontrados.
La eterna cuenta regresiva, un sin fin de acantilados que compilan una sensación de estabilidad, tan abrumadora como la consecuencia del paso del tiempo, arrastra, ejecuta, pero no termina.
Contoneándose  pálida la muerte, callada me observa desde el otro extremo, a veces tan lejos, a veces a mi lado, contrayéndose en espasmos de indecisión.
Y yo no puedo evitar coquetearle, susurrar en su oído, bailar un tango desteñido que solo ella y yo conocemos, entrelazando los labios azules simulando un requiem.
Es la voluptuosidad de sus pupilas, la mirada perdida y sin brillo que congela las entrañas, disloca la voz en un grito abrumado, balbucea una melodía de la última noche que aún recuerda de alguna otra dimensión, de algún otro tiempo.

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