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La noche que fui al infierno

Demonio de las causas perdidas.

Hay un ser diabólico que viene por mi alma, aún escucho las voces delirantes de esa noche, con olor a muerte en los labios susurraron mi nombre.
Sus manos trémulas aún se aferraban al calor de mi piel,
desangrandose en el umbral,
suspendido en la ausencia de un corazón, se lamentaba, deliraba de furia
En medio del resplandor del faro, corría un charco negro y pegajoso.
Hacía frio alrededor, como cortando el aire,
sonaban los vidrios secos de la fachada y se estremecía mi cuerpo al ritmo del lamento
Se formó un remolino de piel y huesos espantando a los querubines que aún revoloteaban cerca del suelo
El hijo de la oscuridad salió del infierno entre heridas descubiertas de pudor, llorando una armonía simple, entre voces fantasmagóricas fue despojado.
Y las figuras beliales que lo acompañaban tardaron en aparecer al acecho, perdonando la transfiguración, –como sin darse cuenta– han caído en este plano inverso con el único fin de poseerme, de llevar mi mente a la locura del Seol, hacia sus luces brillantes.
Hay un ser diabólico que entre sus alas desgarradas, pretende arrastrarme a la demencia en espiral.

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