Te lo dije varias veces
retando al mal recuerdo,
aunque siempre lo dudaste,
aunque yo siempre lo supe.
Cual tesoro que se pierde
en lo profundo de la mareada,
en el abismo de mi ser;
más anclado que mis miedos,
más gravado que mi nombre.
Y sin embargo insistes en ser el de menos,
cual roca en lo más profundo
imposible de romper.
Así tan hondamente que la distancia no te hiere,
que la nostalgia te engalana,
que la espera arrojó
los minutos al viento,
para que los puedas recoger;
para que te inventes un reloj nuevo:
tu cuerpo, horario de mi deseo,
el mío, segundeando palmo a palmo tu ser.
Te lo dije varias veces,
y otra vez te lo repito:
cuando tu mano garabateó
en mi cuerpo algún suspiro,
ese día, asesino,
el resto del mundo pereció.