Tus manos van escribiendo caricias
por mis brazos descubiertos
noticias de primera espalda.
Ya tu lenguaje no es incoloro,
y es preciso aplacar esa boca
con un beso dictador
que imponga un incómodo silencio,
antes de encaminar mi batallón lujurioso
a poseer tu cuerpo.
Vos no oponés resistencia
ni te hacés el rebelde ante mi gobierno.
Yo me tomo tu cuello
y enlisto mis filas hacia el sur de tu pecho.
En el campo de batalla encuentro
toda tu fuerza ardiente y rendida a mi deseo.
Sólo después de una guerra de jadeos
me siento victoriosa
al conquistar la paz de tu misterio.