Loading...

A flor de Piel.

Está escrito con sangre.

He querido ser honesto pero no lo he logrado porque he buscado ser honesto.

Para eso supongo viene a ser prudente simplemente abrir la boca y decir lo primero que se venga a la mente.

Me arrancaron la piel y me siento bien con ello.

Soy feliz en las inmediaciones de este dolor sereno que se extiende como la marea en la arena.
Me arde todo lo que ya no tengo y tengo expuestas las venas al aire, algunas gotean frescas la poca sangre que les queda.

Estoy feliz, estoy bien. Camino contento mientras la sangre se me seca en el cuerpo y se torna en una rígida capa plástica que cruje poco a poco en cada paso.
Suena bien, me siento bien, estoy en armonía.

Una ráfaga de viento me ha llenado el cuerpo de tierra y ésta se me ha quedado pegada en los ojos a falta de parados.
Estoy bien, estoy tan ciego como antes, nada ha cambiado.

Me he puesto la ropa de nuevo y esta se me ha empapado y pegado en el cuerpo, supongo se me quedará ahí un buen rato, está bien, no pasa nada, al final, no tengo tanta ropa y este modelito de camisa blanca manchada de rojo con jeans azules medio ennegrecidos, me viene bien. Solo hace falta quizá, una buena chamarra de piel. Estoy bien, luzco tan bien como antes.

Descubro que una vida sin piel no es menos dolorosa, todo arde igual, los pasos no dejan de ser un calvario, el pecho aún arde de ansiedad y delirio, mi cabeza ha dejado de ser ese museo de escenarios ficticios y ahora está inmersa en el presente, en esta sensación de ardor picazón y hastío que se prolonga como las moscas.

Mi piel... No la necesito, estaba fea, ya medio gastada por los casi 30 años que lleva cubriendo este misterioso cuerpo que no me gusta del todo. Medios pelos por todas partes con 27 lunares 8 cicatrices y poca sensibilidad.

No necesito esa mierda, ahora quien me abrace llevará consigo el recuerdo de nuestro encuentro, quien me mire a los ojos no conocerá mirada más penetrante, nadie podrá emular mi perpetua sonrisa y gracias a todos los dioses ya no tengo que preocuparme por ningún corte de pelo.

He alcanzado el máximo nivel de iluminación, mi ser interior está expuesto al mundo, Soy un monumento a la gran obra de los Rosacruces y los Masones, una monografía andando, un ejemplo de lo que todos llevamos dentro. Invito a todo el mundo a arrancarse la piel, solo duele por un par de semanas y al cabo de eso, el dolor se acopla y uno se acostumbra a vivir con ello como quien anda al paso descalzo en el pavimento de la ciudad a medio día.

Como quien todos los días sumerge la vida en una letanía de tráfico y las mismas 15 canciones.
Estoy bien, estoy feliz, nunca me sentí tan vivo, siento que ardo, todo lo siento al triple, nunca había atraído tantas miradas, de haber sabido que no tener piel me hacía tan atractivo lo hubiera hecho por mi propia cuenta.

Qué bueno que me han desollado, ahora todos me respetan, me dicen.
—¿Oye pero qué bárbaro como puedes andar así?
Ando, les digo, ando, simplemente ando.
Y se impresionan... Sólo porque ando.

La vida la tengo resuelta, estoy bien, estoy feliz, nada me quita esta sonrisa que se torna casi un escarnio para todos los demás. Sin que lo noten.

Los niños se asustan, los gatos huyen, los perros me quieren comer y las ratas me persiguen.
Es lo único malo, de ahí en fuera todo va bien, todo está perfecto.

Me recuesto en la cama y miro hacia el techo y recuerdo, recuerdo y recuerdo cuando tenía piel.

Cuando me miraste desde el otro lado de la mesa y te quemaste con aquel cigarrillo la mano.
Me retaste, y lo hice, me quemé la mano también.
Nos dimos la mano quemada y en ese saludo ardimos, nos quedamos pegados, cada parte de nuestro cuerpo que entraba en contacto se quedaba pegada el uno con el otro.

Nos gustó, ese calor mutuo, esa compañía entregada, esa cercanía donde no cabían ni los secretos.

El primer beso casi nos asfixia, nuestras narices se quedaron juntas y éramos algo así como la portada de Division bell de Pink Floyd. Aunque con un toque de Francis Bacon, no el político del siglo XVI. El loco del XX.

Nuestro sudor en algún momento fue el mismo y más de una noche la pluralidad de nuestro cuerpo cabía en el primero de los pronombres, especialmente en la pequeña muerte, cuando emulabas esos ruidillos guturales que recorrían las vocales en el desorden de nuestro encuentro.
Mezclados como pintura en un cuadro expresionista.

Así nos quedamos un buen rato, hasta que se nos olvidó quien era quien y en esa confusión ya no supimos quien estaba haciendo qué, nos convertimos en un laberinto el uno para el otro, no sabíamos que camino tomar, nos perdimos en la duda, la desidia y el delirio. Caminamos un rato hasta que llegamos aquella encrucijada, tú tomaste un camino y yo tomé otro.

Pero a mi piel le gustaste más que yo.

De solo recordarlo me empiezan a sangrar los ojos, porque hasta las lagrimas se me fueron ahí. Esa tarde descubrí que nada era mío, siquiera la piel.
Me preguntaba en qué momento me abandonaría la vida también.
¿Por qué has hecho esto, por qué has partido y me has partido?
¿No notaste acaso que en las mañanas me acercaba a tu aliento solo para saber lo

que se sentía ser tus labios entre cerrados?

Ojalá pudiera explicarte la pequeña sensualidad que se asomaba cuando con el pié derecho dabas una pequeña patada al aire al caminar y el movimiento se iba hasta la bonanza de tus caderas, donde siempre me gustó dormir cuando recreábamos aquella escena del beso de Edvard Munch que hoy se parece más a la más famosa de sus pinturas.

Pero estoy bien, estoy tranquilo, porque sé que todo esto en algún momento acabará.
Cuando termine de desangrarme, cuando los perros se cansen de tenerme piedad y me despedacen junto con las putas ratas que se me van a ir entre las costillas directo al corazón.

Cuando los niños me agarren de piñata o los demás que me miran se acostumbren a la normalidad de mi cuerpo más allá de la desnudez y me ignoren como ignoran todo.

De mientras... Te encargo mi piel, querida.

A mi ya no me hace falta, que te cubra en las noches de este Diciembre que se avecina, si te place rocíala con aquel perfume que usé la noche de Enero en que visitaste mi casa, para que te acuerdes de lo que ya no puedo darte, porque hasta el pene se me ha ido con la despedida. También los ánimos.

Si no quieres entonces simplemente lávala con Jabón de Ph balanceado, porque se reseca si le pones otro.
lava las axilas con Jabón Roma y no talles demasiado el pecho, es delicado. A la cara que alguna vez usé de mascara, dale un besito para que por lo menos recuerde lo que eran las noches a tu encuentro.
Yo aquí seguiré con la mirada fija en mis recuerdos y una sonrisa perpetua en la cara que se parece a la más grande de las mentiras que jamás halla visto.

El texto es del 17 de Septiembre.
Fue una necesidad antes que cualquier otra cosa.

Liked or faved by...
Other works by Rumennar Serdna....



Top