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La puerta cerrada.

A una mujer confiada de lagrimas.

Cruzó silente aquella puerta
una niña de dobles ojos ladinos
heridos pobres y cristalinos
contaban la historia de una batalla cruenta.
 
pocos notaron la herida abierta
todos la miraron sin atino
se perdía su corazón divino
en la noche, en el llanto que ya suelta
 
Poco pudo para evitar la cuesta
de lagrimas sollozos y latido.
arde ella sola e indispuesta
en su bello dolor femenino
 
Tan pura y sincera, presta
a este beduino poeta
perdido en este tiempo, atino,
a sus palabras ciertas, como el sabor del vino.

Sobre una mujer que entró a un lugar donde yo me hallaba.
Me mostró sus ojos y en ellos estaban esta palabras.

El poema es más suyo que mío.
Yo solo fui un traductor.

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