Muros sin paredes.
Hay quien dice que el silencio es una obra
Larga y desdeñosa, el mundo es esa obra
que se parece a tu rostro y el mío
frente al mismo espejo.
Me ha nacido escribir con el jolgorio de mi lengua.
Las más álgidas palabras para que sepas que mi odio es de limón y tus labios de sal acompañan bien la chela de nuestra desdicha.
La que me tomo todas las mañanas antes del desayuno para abrirme el apetito aunque me repito que no hay delito en pensarte y soñar.
Que te miro de nuevo por vez primera.
Que toco tus labios por última vez
Que me regocijo en tu abrazo de noche
y desaparece mi estres.
El puto perro está ladrando y me sabotea este pinche poema
Todo pendejo como mis ganas de volverte a ver sabiendo que estás con este y con otro y con aquel y con todos menos conmigo
Pero sé que todos se nombran Andrés.
Cada mes te visito y no es la recurrente si no la que de repente te levanta los pies.
Y lo tuyo es el silencio y lo mío también.
El uno para el otro.
Eternamente separados por un muro sin revés.
Escribí esta chingadera sin ánimos de nada más que de escribir esta chingadera sin ánimos de nada.
