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Un instante onírico.

Soñé que no soñaba soñar a la soñada.

Soñé que no soñaba y miraba el trigésimo sexto vellito de tu ceja derecha, respingar el obsesivo orden de la corona de tus ojos, quitando el orden divino de tu mirada, entregando la perfección de la porcelana de tu piel de madrugada.
Arrebatando los secretos de tu impávida seriedad serena que se parece a la de las rosas, solo que más blanca y menos mortal, pues hará falta la muerte de cien rosales para que la tuya llegue.

Pero en el sueño, todos los rosales que han sido y serán, habrán muerto para cuando abra los ojos y con ellos, tú también.

El tiempo es uno en el sueño y otro en la vigilia, ambos son eternos pero en el sueño parece que acaba porque en realidad no empieza.

Piaciuto o affrontato da...
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