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Dos horas jíbaras

Pues no,
no tiene el valor de mirarle a los ojos y despedirse.
Su mirada escudriña, mas, su reflejo no quiere saber.
Por eso reflexiona en silencio y a veces escribe, con la esperanza de que tal vez un día, curioso, le lea y, con suerte, le entienda.
Observa, de lejos, su vida casi perfecta...
Se pierde en una vorágine de hacer y hacer para no pensar, para no enfrentar, para no asumir, para no actuar.
Sin embargo,
hay preguntas y, respuestas obvias, que no dilatan más.
Dos horas jíbaras no son suficientes para llegar al fondo, ni al principio,
pero sí al final.

02/03/2019

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