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Trajes

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Estamos, mientras nos limpiamos las marcas, siendo vigilados por no sé qué tipo de fuerza inmaterial. Esta nos trae sal mar, dulce fuente de chocolate, nos sube amor, nos baja traición, y nosotros o bien nos limpiamos las manchas, o bien extasiados de alegría y con agallas nos revolcamos en el polvo de realidad, nos sumergimos en lo que esta fuerza nos depara con la cara guerrera, con los brazos tímidos detrás de la espalda o sin darnos cuenta siquiera.
En este mundo chambón y jodido, en este mundo que no sabe qué ser porque está plagado de hormigas que tampoco lo saben, hay para mí millones de trajes para usar, millones de páginas que me amarran la cintura con la palabra. Con esta visto yo, con esta y todo lo que viene de ella enfrento esta realidad que me toca, que te toca, y que al tocarte me toca y viceversa.
Son trajes que permiten lidiar con la complejidad de las hormigas, con el remolino de polvo, la realidad. Con las cárceles donde enjaulamos, con las camas donde liberamos la voz sin máscaras, con el cemento, con el pasto, la tierra, las nubes; con tus ropas, con tu piel, con los niños de la calle y sus cajas disfrazadas de juguetes, con las flores que hemos pisado, con la peste, con el amor, con la infinidad de colores, olores, pasiones y dolores que emana la vida.

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Tengo el poder de volver a nacer de día, soy como una serpiente que cambia de piel. Tengo millones de trajes escondidos detrás de las palabras. Nunca he podido estar en los mismos zapatos, en el mismo cuerpo. Camino hacia la izquierda y el mundo me ve caminar hacia la derecha. Soy las cuerdas vocales de un niño que maldice y también las de un anciano que ríe.
Puedes creer que dormimos en las alas de un ángel y mañana te arderá la piel al calor de infierno, podríamos descansar en una nube y yo amanecería con los huesos rotos. Tengo una sombrilla transparente porque el cielo siempre me moja de colores distintos.
Lo aprendí al verme al espejo y encontrar un pájaro con colmillos venenosos, dos manos, un pie invisible y el otro de animal, cuando una vez ni siquiera me vi, posiblemente porque ese día nací de un lago y no tenía reflejo propio, o ese día, o este día. No intentes conocerme porque mañana ya no seré. Lo único que tenemos es un millón de trajes escondidos en las palabras.

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