#1923 #EscritoresArgentinos #FervorDeBuenosAires
En un ejemplar del primer volumen de las Mil y una noches (Londres, 1840) de Lane, que me consiguió mi querido amigo Paulino Keins, descubrimos el manuscrito que ahora traduciré al cast...
Cada aurora (nos dicen) maquina ma… capaces de torcer la más terca for… hay pisadas humanas que han medido… y el insomnio devasta los años y l… En el azul acechan públicas pesadi…
Los católicos son muy susceptibles…
Tuyo es ahora, Abramowicz, el singular sabor de la muerte, a nadie negado, que me será ofrecido en esta casa o del otro lado del mar, a orillas de tu Ródano, que fluye fatalmente como s...
El coche lo dejó en el cuatro mil cuatro de esa calle del Noroeste. No habían dado las nueve de la mañana; el hombre notó con aprobación los manchados plátanos, el cuadrado de tierra al...
Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochociento...
Libre de la memoria y de la espera… ilimitado, abstracto, casi futuro, el muerto no es un muerto: es la m… Como el Dios de los místicos, de Quien deben negarse todos los p…
¿Cómo invocarte, delicada Inglate… Es evidente que no debo ensayar la pompa y el estrépito de la oda, ajena a tu pudor. No hablaré de tus mares, que son e…
En la tarde de oro o en una serenidad cuyo símbolo podría ser la tarde de oro, el hombre dispone los libros en los anaqueles que aguardan
Como dijo un poeta, siempre me asombrará ver surgir en la enorme noche una nube mayor que el mundo y un mostruo hecho de ojos. Hay un poema muy lindo de Chesterton que dice lo siguiente...
No será menos un enigma esta hoja que la de Mis libros sagrados ni aquellas otras que repiten las bocas ignorantes, creyéndolas de un hombre, no espej…
Las naves de alto bordo, las azule… espadas que partieron de Noruega, de tu Noruega y depredaron mares y dejaron al tiempo y a sus días los epitafios de las piedras rúnic…
Loada sea la misericordia de Quien, ya cumplidos mis setenta… y sellados mis ojos, me salva de la venerada vejez y de las galerías de precisos espe…
No lo abruman el mármol y la glori… Nuestra asidua retórica no lima Su áspera realidad. Las aclamadas Fechas de centenarios y de fastos No hacen que este hombre solitario…
Nadie es la patria. Ni siquiera e… que, alto en el alba de una plaza… rige un corcel de bronce por el ti… ni los otros que miran desde el má… ni los que prodigaron su bélica ce…