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El poder de un pequeño susurro que dice: Te quiero

 
Rompemos el molde del universo,
cuando nos unimos,
todo lo demás nos queda chico.
 
Y nada cabe entre nuestros cuerpos,
apenas el supuesto, la tentativa de querernos para siempre.
 
Con una complicidad mutua,
el universo obedece
y nos pone frente a frente.
 
Caben entre nuestros labios
otras vidas nuestras, está el silencio latente,
de esa instancia mántica
antes de profesar el amor,
de darte un beso.
 
Más tiempo, mil palabras que aconsejan,
los mil perdones de los ocasos perdidos.
 
Rastros del tiempo definible,
dos cuerpos,
que bailan al compás del no-tiempo,
libres en otro lugar,
donde solo existe la mágica virtud
de ensuciarnos los cuerpos,
y mancharnos de amor.
 
Nos salimos de lo natural,
nos hacemos mil colores
para crear sonrisas infinitas.
 
Nos quedamos como figuras del ideó tiempo,
nos hacemos indispensables
uno a uno, siempre allí, siempre allí,
para hacernos sonrisas andantes voluptuosas y colindantes,
rompiendo las fronteras,
siendo un solo mundo.
 
Nacen otros momentos,
un universo total de besos,
que comparten el signo de eternidad, con una risa,
con un lamento, con un poema;
con un susurro al oído diciendo:
Te quiero.
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