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TANGO SAFARI

El cantor engominado se plantó frente al micrófono y dijo:
 
—Fuiste el amor de mi vida y me importa un carajo.
 
Ante los bailarines y la orquesta,
saltó del escenario
y a paso firme
salió de la milonga
por la puerta principal.
 
Algunos músicos
intentaron averiguar su paradero
sin resultado
porque el cantor se había ido
a vivir con los elefantes.
 
Él sabía
que deambulaban en grupos
liderados por matriarcas
también sabía
que eran desconfiados
peligrosos
hostiles
pero se las ingenió para quedarse con ellos
Primero
siguiéndolos desde lejos
luego
poco a poco
acercándose al grupo
hasta integrarse
precariamente
lo toleraron
como a veces toleramos un perro
que nos sigue por la calle.
 
Fueron meses de calor de horno
marcha constante
sed
comer plantas amargas
bañarse con barro
evitar leones
aprender
hasta cierto punto
ese idioma sin palabras.
 
Un día de truenos lejanos
llegaron al cementerio
repleto de cráneos
colmillos
costillares enormes.
 
El grupo, quieto, guardaba silencio
el cantor les contó a todos
sin que nadie se lo pidiera
que nunca había podido olvidar
a una mujer lejanísima
que nunca había dejado de amarla
que daría la vida
por revivir
aunque sea unos minutos
con ella.
 
Pacientemente le explicaron
que viajar en el tiempo
es muy simple
bastaba con permanecer
en ese mismo cementerio
disponer en círculo
algunos objetos fáciles
ramas
piedras
huesos
pieles de serpiente
yacer en el centro
pensar únicamente en ella.
 
Así fue que décadas antes
tuvieron un sexo torpe y después:
 
—No te vayas, no me dejes.
 
Él le secaba las lágrimas
mintiéndole que se iba a quedar para siempre.
 
Rogando en silencio
ella se aferraba a su cara
a su pelo
a su ropa.
 
La trompa de la matriarca lo estaba sacudiendo
casi con delicadeza.
 
“Ya está
se acabó
se viene la lluvia
y tenemos que seguir”
 
El cantor quiso contarle
pero ella marcó cada palabra.
 
“Todo queda en vos
a mí no me interesa”
 
El grupo apuró el paso
él quiso seguirlos
pero lo detuvieron en seco.
 
“Aquí te quedás
viajar en el tiempo
tiene su precio
donde vamos ahora
no hay cabida para cantores
pero es sabido:
tenemos la mejor memoria del mundo
no nos importás para nada
pero nunca podríamos olvidarnos de vos
aunque quisiéramos
y cada año
antes de las lluvias
vendremos a visitarte”
 
Lo destrozaron con sus patas.
 
La orquesta consiguió un cantor nuevo
que al tiempo se casó con la violista.

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