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Canciones

1
 
¿Cómo cantaré yo en tierra extraña
cantar que darme pueda algún consuelo?
¿Qué me aconseja amor en esta ausencia?
Mi mal es fuerza, tu voluntad maña;
a la seguridad vence el recelo,
la desesperación a la paciencia.
 
Si pienso que me veo en tu presencia,
mi pensamiento está tan abatido,
que siempre finge cosas de pesar:
tu soberbia, tu saña, tu desvío,
que en la ocasión me falta el albedrío,
pues cuando quiero no puedo hablar,
que pierdo la razón, mas no el sentido.
 
En tu presencia estoy y estó en tu olvido,
olvido en que jamás habrá mudanza,
y acuérdaste de mí para dañarme;
no te acuerdas de mí, mas es costumbre
ser en esto cruel tu mansedumbre,
y yo de, diligente, condenarme
en tu descuido y mi desconfianza.
 
Amor, amor, que quitas la esperanza
y en su lugar das vana fantasía,
¿qué bien tiene el morir si no lo siente
quien es la causadora de este daño?
No quiero que deshagas el engaño;
quiero que sea razón y no acidente
lo que pueda vencer a tu porfía.
 
Si yo, señora, viese que algún día
volvías tus dos soles a mirarme
por voluntad y no por ocasión,
pensaría que estaba en tu memoria.
Mas ¿cómo bastaré a sufrir tal gloria
que un punto de ella es más que mi pasión?
Con tanto bien no puedo remediarme.
 
Del pensamiento querría yo ayudarme
si él me obedeciese a mi contento,
mas no para pensar cosa liviana
o que sabida pueda darte enojos;
pensaré como muero ante tus ojos,
que procede mi pena de tu gana,
que das alguna causa a mi tormento.
 
La vida pasaría en este cuento
con esperar de alguna buena suerte,
mas ¡ay de mí! que no puede venir
ni cabe en mi jüicio tal locura.
De mi cuidado hago sepoltura,
y en soledad y tristeza mi vivir,
no vida, sino sombra de la muerte.
 
¡Oh señora, si yo pudiese verte
o quisieses saber tú cuál estoy,
harto alivio sería para mí
en tan extraño mal como padezco!
Las noches y los días aborrezco:
maldígome en la noche porque fui
y, cuando viene el día, porque soy.
 
También maldigo el lugar a donde voy,
y el tiempo porque pasa y no te veo,
a la hora que te vi y a la sazón,
que siempre la procuro y no la hallo.
Si hablo me maldigo y, cuando callo,
la voluntad maldigo y mi razón,
y tu aborrecimiento y mi deseo.
 
Cuantos males sospecho, tantos creo,
y juzgo lo que ha de ser por lo que fue,
revolviendo mis quejas de contino
por ver si tienen medio o lo han tenido;
mas, como ni lo espero ni lo pido,
como ciego que va por el camino
no veo dónde voy ni dónde iré.
 
Muéveme el deseo y ciégame la fe;
muchas veces querría disimular,
pero descubro más disimulando;
liviano es el cuidado que decirse
puede, y el que no puede sufrirse
él mismo se descubrirá callando,
que no presta ser mudo ni hablar.
 
Ni reposo con dormir ni con velar:
velando pienso en lo peor que puedo,
paso cosas que no quiero creer;
durmiendo sueño aquello que he pensado;
como el hombre que duerme de cansado,
sueño que caigo y no puedo caer
y en lo más alto estoy con aquel miedo.
 
Muero cuando me mudo y, si estoy quedo,
busco piedad y caigo en la sospecha;
y no hay de qué tener este cuidado,
que todos son contigo lo que soy;
mas ellos, si no van por donde voy,
podría ser hallarse en buen estado,
pues lo que a uno daña a otro aprovecha.
 
Llamo la muerte como cosa hecha,
y viene, mas no llega a su lugar,
que no consiente amor ni lleva medio
en tanta soledad morir por ruego;
fuerza querría que fuese, y fuese luego,
que el mayor bien es el postrer remedio
en mal que no se puede remediar.
 
 
2
 
El bombodombón,
la bombodombera,
¡quién fuera lanzón!
¡quién lanceta fuera!
 
Quien lo que quiere no puede,
no quiere lo que podría,
ni se canse, ni se quede,
mas eche por otra vía;
no mude la fantasía
el que muda la manera,
¡quién lanceta fuera!
 
Procurar empresa vana
es de muy gran majadero.
Yo deseo ser barbero
porque hiere y porque sana
y aun es cosa muy humana,
señora, en esta ocasión,
¡quién fuera lanzón!
 
Nunca vaya por rodeo
quien desea lo imposible;
procure ser invisible
que es más dulce devaneo;
mas en la ocasión que veo
de entrar en la sangradera
¡quién lanceta fuera!
 
Aún te vea yo sangrada
y traída al retortero,
pues a tanto caballero
traes la sangre quemada.
¡Oh pena bien empleada
y mejor el que la diera!
La bombodombera.
 
Sangría sin ocasión,
si es con arrebatamiento,
da muy grande alteración
y poco contentamiento.
Si te sangrares de asiento,
yo barbero y tú barbera,
la bombodombera.
 
Saca la sangre, traidora,
con que tanto mal hiciste
desde el punto que quisiste
mostrarte mi matadora;
tú animosa, tú señora,
yo siervo sin corazón,
el bombodombón.
 
Salga la sangre que pudo
tu hermosura alterar
y al mezquino tartamudo
que te comenzó a hablar
acabó con sospirar
la palabra y la ocasión,
el bombodombón.
 
Quien da general tormento
sángrenla de la elección,
por nuestro quebrantamiento
y su mala condición;
 
no se pase la ocasión
antes de la primavera,
¡quién lanceta fuera!
 
En sangría de verdad
con que la salud se cobra
hay tanta necesidad
de instrumento como de obra;
si aprovecha lo que sobra
en semejante razón,
¡quién fuera lanzón!,
y si lanzón no pudiera,
¡quién lanceta fuera!
 
 
3
 
Pastora, si mal me quieres
y deseas apartarme,
bien lo muestras con mirarme.
 
Contigo tienes testigos,
señora, de estos antojos,
que el corazón y los ojos
nunca fueron enemigos.
Huyan de ti tus amigos
y tú huye de mirarme,
que yo no puedo apartarme.
 
Nadie ponga el afición
en voluntad ocupada,
que al cabo de la jornada
para en desesperación.
Yo busco mi perdición
y tú quieres ayudarme,
pastora, con mal mirarme.
 
Doblada lleva la queja
el pastor que por ti muere,
si quieres a quien te deja
y dejas a quien te quiere.
Vaya amor adonde fuere
que, aunque quieras apartarme,
no podrás con no mirarme.
 
 
4
 
Va y viene mi pensamiento
como el mar seguro y manso;
¿cuándo tendrá algún descanso
tan continuo movimiento?
 
Glosa
 
Parte el pensamiento mío
cargado de mil dolores,
y vuélveme con mayores
de la parte do lo envío.
 
Aunque de esto en la memoria
se engendra tanto contento,
que con tan dulce tormento
cargado de pena y gloria
va y viene mi pensamiento.
 
Como el mar muy sosegado
se regala con la calma,
así se regala el alma
con tan dichoso cuidado.
 
Mas allí mudanza alguna
no puede haber, pues descanso
con el mal que me importuna
que no es sujeto a fortuna
como el mar seguro y manso.
 
Si el cielo se muestra airado,
la mar luego se embravece
y, mientras el mar más crece,
está más firme en su estado.
 
Ni a mí me cansa el penar
ni yo con el mal me canso;
si algo me podrá cansar
es venir a imaginar
cuándo tendrá algún descanso.
 
Que, aunque en el más firme amor
mil mudanzas puede haber,
como es de pena a placer
y de descanso a dolor,
 
sólo en mí está reservado
en tu fijo y firme asiento
que, sin poder ser mudado,
está quedo y sosegado
tan continuo movimiento.
 
 
5
 
Olvida, Bras, a Costanza,
líbrate de su cadena,
no fíes en esperanza,
que no hay esperanza buena.
 
Poquito entiendes de amores,
Bras, y muy mucho porfías.
¿Tras esta engañapastores
pierdes el seso y los días?
 
Tú fías en su mudanza
y ella misma te condena
pues un punto de esperanza
te cuesta un siglo de pena.
 
Estando libre y serena
desasosiegas la vida,
como una causa primera
que mueve sin ser movida.
 
Triste el que busca mudanza,
que a sí mismo se condena,
si confía en esperanza
de quien nunca la dio buena.
 
Si se te ofrece, carillo,
alguna buena ocasión,
ésta la torna cuchillo
para tu condenación.
 
En la fragua de esperanza
forja una larga cadena
de eslabones de mudanza
y duro hierro de pena.
 
El corazón que te ofrece
ausente, venido el hecho,
ella lo arranca del pecho
y da a cuantos le parece.
 
No esperes, Bras, de Costanza
obra ni palabra buena,
que a dedos da la esperanza
y el tormento a mano llena.
 
Si ha de ser de bien y cierta
el esperanza chapada,
Bras, la tuya es cosa muerta,
que la fundas sobre nada.
 
No hay tan ligera mudanza
que no te parezca buena;
mal conoces a Costanza,
poco sabes de esta pena.
 
Esta tu esperanza, amigo,
de miedo tiene una parte,
pues que trae pena consigo
de que no puedes guardarte.
 
Quien pone su confianza,
Bras, en voluntad ajena,
ni en pena espere mudanza,
ni tema en mudanza pena.
 
Pastora, tu hermosura,
tu gracia, habla y semblante
promete buena ventura
al que no mira adelante.
 
Y al que con buena esperanza
se pusiese en tu cadena,
cuchillos de confianza
son y ministros de pena.
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