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Caballero, ¿dónde estás que no te veo?

Amor mío, no te escondas porque te necesito. Espero tu rescate y tu pensamiento me mantiene vivo.

¿En dónde estás que no te veo? Amor mío, no te escondas, porque te necesito. No te hagas como el sol que se eclipsa dejando oscuridad a su paso. Ven a mí, corriendo, aunque no te hable. Porque el destino para mí ha sido cruel, y no soy libre a tu amor. Estoy atado en este cuarto color de rosa, sólo tú puedes venir a rescatarme, ven caballero a liberarme de este castillo cruel. Tengo que pretender que no te veo, y a veces que no existes, para seguir amándote, para seguirte esperándote. Tengo que conformarme con en mis sueños tenerte y en ellos besarte.

¿Dónde te encuentras que no has llegado? Dios no es culpable, yo lo sé, de este amor que entre penumbras se entregaba cada noche. Él lo ha permitido, yo no lo busqué pero aquí estoy, mirando por mi ventana, con la esperanza de verte. Sé que vienes en algún lugar, tus promesas no las olvido, cada tarde cuando el sol se oculta, entre los barrotes me quedo mirando, suspirando mientras el celeste astro va dejando oscuridad tras su paso, para resignarme a un día más sin tu llegada.

¿Dónde están tus brazos cuándo más los necesito? Pues los cruentos residentes de esta vieja morada me han sentenciado a esperar cada mañana, cada tarde y cada noche. Me han hecho dudar y pensar en cuánto valdrá la pena todo esto. Pero mi esperanza está en ti, en tu corazón. Por una noche que pudiera tenerte en mis brazos, que pudiera abrazarte y decirte cuánto te quiero, sentir tu aliento sobre mí, y tu calor rodear mi cuerpo. Por ello espero, y sigo esperando, pues sé que aunque el tiempo pase y otras falsas pieles tengan que pasar por este recinto para evitar que denme la muerte aquellos, tú vendrás y te veré, y entre tus brazos dormiré.

¿Dónde están tus labios de miel ardiente? Mi corazón palpita al recordar del tiempo aquel en que probé, cual manjar que traen los ángeles, de tu piel la dulce miel, y ahora del encierro la cruenta hiel. Mi piel se pone fría al cruzar en mi mente los momentos pasados en que a tu lado estuve, y tus labios se posaban sobre los míos mientras me decías que me querías y el amor nacía y se hacía en aquellos nocturnales momentos, en que los ángeles veneraban cual momento divino y celestial el calor emanado del querer de dos seres que tenían que ser callados.

Estás lejos y no sé dónde, pero mi corazón te siente cerca, y tus palabras permanecen en mí, y ha de llegar el día en que vengas por mí. Mientras tanto me alimento de recuerdos vivos y de sueños reales, de pensamientos sublimes y palabras ardientes, que me traigan de tu recuerdo el sabor a ti que tantas veces tuve y sepulté en el gélido mármol de la tumba del silencio. Espero tu rescate, y tu pensamiento me mantiene vivo.

Escrito un 28/08/17. Cuando la desesperación de un amor que se evita por sanidad emocional y espiritual, pero donde el anhelo solo puede escapar por medio de estas letras. Para ti gran y secreto amor, nunca te olvido. Siempre te esperaré.

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