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PUERTA A DOS MUNDOS

El silencio nos rodeó como aire denso que se pudiera cortar con un cuchillo.
Me acerqué a la caja de nuevo, miré fijamente a la chica que allí había: el pelo
rubio brillaba bonito, espectacular, la cara se veía suave y pálida. Mis dedos se fueron acercando
y con un miedo brutal toqué aquella piel y salté de la impresión. ¡Era una muñeca! Como pensé desde un principio.
¡No era yo! Miré al chico del collar y él me señaló una pequeña puerta que no había visto antes. Se abrió y salió una chica con la cara quemada.
Pegué un bote hacia ella y le dije:
– ¡Tú, quédate ahí! ¡No cierres la puerta, ni se te ocurra!
Pobre ¡Menudo susto se llevó! Se quedó como congelada, ni respiraba, claro que estaba muerta y eso había que tenerlo en cuenta.
Me dirigí corriendo a la puerta y atisbé unos segundos tras ella. Después sentí como un golpe en el pecho que me tiró hacía atrás; era un aire frío…como el hielo.
Aún sentía esa angustia que me entró al ver a mi familia al otro lado de aquella puerta.
Y pensé de golpe, el hombre de negro quizás piense que por estar muerta no me entero de nada. Sé que al menos hay dos mundos: Expiación y el lugar de detrás de la puerta. Los espíritus se supone que podemos traspasar las cosas…
Cogí al chico del collar y le dije: “cierra los ojos y agárrate de mi mano”.
Cerré los ojos y al abrirlos estábamos en una sala llena de gente y me di cuenta de la ventaja de viajar por el éter y poder buscar respuestas.
Claro que aquello no era nuestro funeral, era el funeral de alguien muy conocido. ¡Todos eran famosos! ¡Y como iban vestidos! Ni en una fiesta… Qué barbaridad. El escote de aquella levanta al muerto, que por cierto, era el único que no conocíamos.
Se echó a reír el chico del collar, mira Lara.
—¿Qué?
La chica del escote le ponía todas las tetas en la cara al muerto al darle un beso en la frente. Todos se miraban riéndose y nosotros nos partíamos de risa. ¡No, si al final se la revivirá al muerto! Las risas sonaban y la chica alelada no se daba cuenta.
Y me dije: “ya hay que estar atontada ¡por Dios¡”. Miré fijamente al muerto y le hice ver a Boni el parecido con el hombre de negro. Furiosa le dije al muerto: “me las vas a pagar hombre de las tetas en la cara, como seas él, te enviaré al infierno puto loco”.
Por lo pronto, hoy nos quedamos aquí con tanto famoseo y luego iremos por la chica de la cara quemada. Expiación nos espera.

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