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LA NIÑA

PRIMER CAPÍTULO

Se oyó un taconeo en el silencio de la iglesia, una mujer avanzaba hacia los primeros bancos, llegó al primero, se arrodilló, agacho la cabeza, no se oía nada, pero sus labios se veían moverse.
Lágrimas caían por su hermosa cara, su piel como el nácar, su pelo caía suavemente por la espalda, rubio como el trigo, sus ojos verdes anegados en agua miraban al suelo, no vio venir al sacerdote, un respingo la estremeció al oír su voz—¿está bien?—Si padre, solo ha sido un pequeño bajón anímico, disculpe me tengo que ir.
La mujer salió casi corriendo de la iglesia, en la calle respiró con fuerza y se dirigió a su casa.
Aparcó el coche en mitad de la explanada, el caserón se alzaba majestuoso en mitad de un gran parque, las paredes de piedra, las enredaderas adornaban hasta casi cubrir las ventanas de madera, pintadas de un color rojo bermellón.
Entró al enorme vestíbulo, el vestido le marcaba la cintura con un cinturón, le llegaba justo por debajo de las rodillas, su marido la contemplaba orgulloso.
Una niña de unos cinco años salió corriendo hacía ella—¡mamá, mamá! gritaba, ella tembló, sonrió con un esfuerzo de voluntad enorme—¡hola Analie!— los ojos de la niña negros como el azabache refulgieron, la madre miró temerosa al marido, este no hizo caso, su mujer desde que se quedó embarazada de nuevo estaba muy nerviosa y tenía reacciones muy raras, sí seguía así la llevaría al médico, por ella y por el bebé.
—Mary, ¿quieres que me lleve Analie? Si, por favor, estoy cansada, necesito echarme un rato.
—¿Puedo darle un beso al hermanito? ¡No! fue casi un grito, se apartó rápidamente y casi corrió escaleras arriba, los ojos de la niña se oscurecieron, una sonrisa cruzó el rostro, la nany sintió por un momento miedo, sacudió la cabeza solo era una niña.
Las vidrieras del primer piso de unos hermosos colores, iluminaban el enorme pasillo, una puerta entreabierta mostraba al dueño de la casa trabajando en una enorme mesa de caoba, el lujo y la elegancia lo rodeaban, su rictus era de preocupación, pensó en su mujer y en lo que le había contado, quizás fuera mejor hablar con el sacerdote, al día siguiente llevaría a su hija a la iglesia y hablaría con él.

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