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SIN TERMINAR

Cuándo me invitaron a la boda, sinceramente no me hizo mucha gracia, al fin y al cabo ya no eramos familia, hacía tiempo que me había divorciado, por otro lado si no iba pensarían que era porque él iba a estar allí con su nueva mujer, cosa que sinceramente me importaba un pimiento.
Después de una misa extraña, llena de palabras a la muerte, cosa rara en un boda, nos dirigimos al banquete.
Al entrar me quedé in albis al ver la decoración del salón de bodas, era todo de un gris desvaído, las telarañas como hilos de cortinas en sucias ventanas.
El rojo resplandor de la luna da un aire infernal a la habitación, está todo oscuro fuera,
solo la mortecina luz de un candil en el poyo de la ventana da un poco de iluminación mortecina, que da miedo, parece un paraje de fantasmas.
No entiendo nada, ¿Qué sitio es este para una boda? Miré a una antigua amiga, ella tenía un vestido carmesí que resaltaba inmensamente en aquel recinto.
—Ana, ¿Has visto que sucio y gris está todo?
—Apenas me miró, solo dijo: esto está precioso, realmente han tenido mucho gusto.

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