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Me ve pasar la misma gente

Por calles de caliente arcilla
Suelto mi flor, como un trapecio
Que el trapecista suelta al aire,
Mi flor, mi flor de jazminero;
Por tierra roja y pasto verde
Voy caminando a pasos lentos,
En el ojal un clavel morado,
Sombrero en mano y sonriendo.
 
Me ve pasar la misma gente
(La de mis sueños), porque vuelvo
Con el resol iridiscente
De los campos sobre mi pecho;
Veo las ramas del lapacho
Con algo de color eterno,
Me interno en la profunda noche
Que ha presentido mi regreso.
 
Conversando con habitantes
Que conversan con su silencio,
Siento la risa de aquel músico
Que dio insolencia hasta a sus besos,
Me guiña el mago con sus párpados,
Con su paloma y sus pañuelos,
El poeta y su cabellera,
Con su cantar y su misterio.
 
Está todavía mi padre
Con su porte de caballero
En el umbral, avizorando
La luz del horizonte abierto;
Y están mi madre y sus tejidos
De lana en un telar de ensueños,
Mis hermanos que preparaban
Su aventura y sus devaneos.
 
Tantos hechos aquí pasaron,
Tantas cosas, tantos sucesos,
Que hasta el alba fue erosionada
Por un raro quehacer incierto;
La comarca y sus pobladores
Cargan su cruz, su cruz de hierro,
Dialogando con su pasado,
Con su ceniza y con sus muertos.
 
Emite el aire un eco extraño
Que todo se parece a un cuento;
La vida es irreal, un vano
Soplo que pasa en un desierto;
Las puertas salen de sus goznes,
La querencia es un hervidero
De ansiedades que no florecen,
De anhelos que no se cumplieron.
 
No sé, pues, si estoy regresando
O es que regresan mis recuerdos;
Si hoy es ahora o es mañana,
Si mañana está transcurriendo;
De todos modos, aquel camino
Se me acerca como al encuentro,
Y yo avanzo con pasos lentos,
Sombrero en mano y sonriendo.

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