Cargando...

Tres Haikús y un poema en prosa

La vida se compone de instantes, así como la poesía, otorgados por la atención prestada a la misma: un vistazo, algo escuchado, algún tacto, algún recuerdo. Instantes dados en un escenario que es cualquier sitio; alguna musicalidad, un anhelo, algún dolor, algún llanto, el sonido del mar, el aleteo de un pájaro, la armonía del viento entre las ramas de los árboles. Momentos que conforman a la generosa vida, así también a lo cruel, a lo monstruoso. Vivimos en instantes, que, por efímeros, no significa que no sean eternos. En el instante está lo eterno, en lo finito o en lo infinito; el mar de la vida se compone por cada una de sus gotas. Lo magno nos abraza, nos baña, estamos guardados por la infinidad y el misterio de la vida. En un haikú se reúne casi esa misma fuerza, esa misma esencia. Los poemas haikú me han enseñado a rescatar y a apreciar los instantes, los regalos otorgados en distintos escenarios de lo cotidiano, en lo bello, en lo cruel. Se reúnen palabras con preciosismo, con exactitud, tratando de hilvanar con ellas lo captado por algo en uno mismo que ya es poético. Somos el instante que transcurre, que vive, el sueño que vive, dentro de un onírico poema; la existencia es un poema a plena luz. Aunque el universo explosione, lo eterno se mantendrá.

I

Canta el pájaro

sin necesitar gente

para que aplauda.

II

Hallé en la lluvia

humedad deliciosa

así como en ti.

III

Adiós otoño

esperanza me diste

con hojas muertas.

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Enrique Frías...



Top