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El viento me pertenece un poco

Jurídicamente hablando,
yo no soy dueño de ninguna de las luciérnagas.
Y aun mi derecho sobre las mariposas resulta  
discutible.
No tiene sentido
que alguien me pida
(regalado o prestado) un crepúsculo
porque carece de ellos
mi patrimonio familiar.
Se puede creer, sin embargo,
que, en sociedad con mis oídos,
soy al menos propietario de alguna melodía
(las variaciones, digamos, sobre un tema del viento);  
pero si una cosa debe afirmarse de mí
es que soy pobre de música,
menesteroso de Bach, harapiento de Mozart.  
En mis arcas no existe un solo aroma.
Nunca he guardado en mi caja fuerte
el sabor a vainilla.
Nunca he poseído una alacena
olorosa a compota de durazno
ni mi ropa
ha estado nunca planchada y doblada  
por las manos de un jabón
que conduzca majadas de perfume. 39
Mas llegas tú. Y el viento me pertenece un poco.  
Hasta puedo enviar por correo
de regalo
alguna brisa.
Me llevo por algunas horas el mar a mi departamento  
de la misma forma en que lo hice en la página 65
del antiguo relato de una de mis pesadillas.
De un tallo de dos o tres rosales
pende una tarjeta con mis señas.
Y he dado instrucciones a las espinas
(los demonios custodios del perfume)
para poner en su sitio a quien olvide
la propiedad ajena.
Mas llegas tú, y la soledad
sale corriendo
hacia las fronteras que tengo con la nada.  
El abrazo nocturno nos confunde.
Sólo el gallo
que enciende una cerilla con su música,
despierta nuevamente nuestros límites.
Mas nos tomarnos entonces de la mano
con la intención  
de que no deje de haber nunca
litigios fronterizos entre nuestros pronombres.  
Me ayudas a armar el rompecabezas de un ángel.
Hallamos agua, sol, edad derruida,  
damos con la pasión
que desentume piernas, mueve brazos,  
y devora también, oso hormiguero,
la infinidad de puntos agitados
en las extremidades que se duermen  
en su inmovilidad de soltería.
Mas después de gozar
el placer sedentario de los besos  
y las caricias lentas (las tortugas
afectivas que cruzan por tu vientre)  
decidimos partir,
darle cuerda al zapato, correr mundo.  40
Construir un astillero
y empezar a forjar fetos de naves  
que crecen hasta hacerse
audacia de madera,
un sueño con su popa y con su proa.  
La aventura que sabe recortarle
las espinas a la rosa de los vientos.

(2008)

#EscritoresMexicanos El De me pertenece poco un viento

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