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En el mercado

Entre el puesto de dulces  
       y el de verduras
se coloca el vendedor
      de palabras.
Después de ordenar la mesa de sus productos  
tender el toldo contra el sol
      y acercarse la silla
se pone a pregonar:
      ¡Pase a comprar su palabra preferida!  
      ¡Palabras narcotizantes para combatir  
                el dolor de muelas!
     ¡Palabras para la nostalgia crónica!  
      ¡Palabras para escudarse de la agresión  
               de otras palabras!
Si un cliente se interesa por la mercancía  
el vendedor aprehende con unas pinzas
la palabra seleccionada
     la desempolva
     la envuelve
y la entrega al comprador
      acompañada de unas instrucciones  
             para su uso.
Hay vocablos en efecto
      que deben ser dichos poco a poco
como deletreando la fuga
      de la emoción saboreada.
Otros deben salir de golpe a la intemperie  
con su breve bufanda de saliva al cuello.
      Cuando termina el día
el mercader levanta su negocio.
Se echa su morral de vocablos a la espalda
      y parte en busca de otros pueblos.  
Por las noticias que nos han llegado
se puede asegurar 49
      que este vendedor
en unos pocos meses ha ido destruyendo  
       punto por punto
      población tras población
grandes comarcas de silencio.

(2008)

#EscritoresMexicanos El De me pertenece poco un viento

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