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Fotografía

Mis dedos
                  levantando la fotografia
ponen ante mis ojos
un mar que carga a las espaldas todo el cielo  
como Atlas sudoroso que intentase
cargar el infinito.
Allá lejos
                    tras una negociación de azules
el cielo y el mar
trazan el horizonte
                    el camposanto de miradas.
El firmamento con su desmanchado azul marino  
casi venido a blanco
        (a blanco de los ojos)
sufre inopia de nubespelícanos
y pupilas en picada.
El azul del mar no se anda con remilgos
                  con pequeñeces de caracol
y se encarama a los peldaños del apasionamiento  
ahoga timideces en su entraña
y lanza su red azulísima hacia la costa
a la pesca de bañistas  
y poetas.
La diosa monotonía se adueña
de la orilla del mar
y poniendo su húmeda insistencia
bajo las órdenes del metrónomo
convierte el ondeo  
en un disco rayado
en que las olas llevando el aro de sus curvaturas  
juegan siempre a lo mismo:
a hacerse y más hacerse y más hacerse
hasta desvanecerse
como un oleaje en ruinas... 104
De cuando en vez el silencio  
impone su momento espiritual  
su mendrugo de nada
. y el mar por un instante se decide  
a morderse la lengua.
Y es entonces cuando te veo  
erguida
        caminando
bañada por duchazos de sol  
dándole la espalda al océano como  
Venus
que nace de su oleaje de semen.
Llevas en las manos
un libro de versos que bate lentamente  
sus enormes alas de negra mariposa.
Tienes los ojos hipnotizados  
y te quemas las pestañas
         con el sol y las letras.
Por un segundo
el mar pierde su lucha con el cielo  
y se convierte en cielo
cielo embarcado
ciclo dejado a la deriva
en alta mar.
Dejado.
Estás ensimismada.
Quizás le estás siguiendo
su pista de invisibles puntos suspensivos  
a una de mis metáforas.
Tal vez estás oyendo
en el ritmo de mis estrofas
mis respiraciones y sus enigmas
de aire.
Soy un poeta privilegiado. Tengo  de mi amada
          de mi compañera
de la luz con que escribo en las noches  
de mi entraña.
—Tú sabes—le digo—
que vamos a seguir juntos toda la vida?
¿Sabes que
siendo la confluencia de dos ríos  
           –de evaporadas fronteras–  
oiremos un día el rumor de las olas
          el canto gregoriano de la espuma  
          la húmeda fanfarria de gaviotas
de nuestro destino?
¿Y sabes que uno de los dos
quedará frente al otro  
para cerrarle los ojos  
amortajar su pulso
y descifrar el jeroglífico  
de su último suspiro?
esta fotografía de mi musa

(2008)

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