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Por una vereda venía Don Pedro. ¡Ay cómo lloraba el caballero! Montado en un ágil
La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca
Ya viene la noche. Golpean rayos de luna sobre el yunque de la tarde. Ya viene la noche. Un árbol grande se abriga
En la mitad del barranco las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Una dura luz de naipe
En la torre amarilla, dobla una campana. Sobre el viento amarillo,
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar
Bajo el naranjo, lava pañales de algodón. Tiene verdes los ojos y violeta la voz. ¡Ay, amor,
La mar no tiene naranjas. ni Sevilla tiene amor. Morena, qué luz de fuego. Préstame tu quitasol. Me pondrá la cara verde,
He cerrado mi balcón porque no quiero oír el llanto pero por detrás de los grises muro… no se oye otra cosa que el llanto. Hay muy pocos ángeles que canten,
Mi corazón oprimido Siente junto a la alborada El dolor de sus amores Y el sueño de las distancias. La luz de la aurora lleva
El magnífico sauce de la lluvia, caía. ¡Oh la luna redonda sobre las ramas blancas!
Amanecía en el naranjel. Abejitas de oro buscaban la miel. ¿Dónde estará
La Carmen está bailando por las calles de Sevilla. Tiene blancos los cabellos y brillantes las pupilas. ¡Niñas,
Virgen con miriñaque, virgen de Soledad, abierta como un inmenso tulipán. En tu barco de luces
El río Guadalquivir va entre naranjos y olivos. Los dos ríos de Granada bajan de la nieve al trigo. ¡Ay, amor