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Un cuento para ti

Una luna para ti

Prólogo

Presentador: ¿Cómo empezó todo?
Autor: Pues...

...Despertándome por la noche, dejé descansar mis pies en el suelo, estaba frío. Cuando mi realidad se distorsionaba por el sueño me propuse ir al baño, supongo que para aclarar la mente somnolienta. Arraigado por la lentitud del cuerpo quise visitar momentáneamente a la niña de mis ojos. Parecía estar muerta pero veía su cuerpo hinchándose de aire, y con un poco de suerte, oí  como acomodaba  su mano debajo del cojín. Siempre tengo la duda sobre que sueña cada noche - No son más de las siete y aún no he tomado ni un café  pensé.

Me duché y preparé un par de tostadas para la niña, la cual no tardó nada en encender el televisor para ver sus dibujos favoritos, unos monstruitos rojos y verdes que tratan a los niños como idiotas, pero bueno, yo a su edad también lo hacía. Fui al salón y la levanté por los aires, su risa sigue intacta después de tanto tiempo, dando vueltas y haciendo ver que era un avión y ella una pasajera, aterrizamos en la silla de la cocina, donde le esperaban la Reina Tostada de Los Montes de Mermelada de Fresa y su marido, el Rey Zumo de Naranja. Fingiendo ser un enorme dragón, los devoró, tenía las mejillas llenas de mermelada o de sangre. Interrumpiéndose ella misma en medio de tal espectáculo me preguntó  ¿sabes que he soñado hoy? y yo volteado limpiando los platos respondí que no. Me dijo que en ese sueño aparecíamos los dos, muchos pero muchos años atrás, me comentó que yo llevaba barba y un sombrero pirata gigante de color rojo  ¿Era un pirata de verdad? pregunté  Si y no solo eso, estábamos en un barco, un barco que viajaba por un espacio sin estrellas, un lugar negro  donde solo brillaba la Luna  ella explicó aún con la cara pegajosa. Se frotó los ojos bostezando, cogió su majestad el Rey Zumo de Naranja y regresó al televisor. Yo aún seguía pensando en el sueño. La niña acabó de desayunar, y como no, dejó el vaso en el suelo y la caja tonta encendida mostrando los créditos del programa, que por cierto la música era horrible. Recogí todo rápidamente para tomarme el café.

Di muchas vueltas a su historia, me sorprendió la enorme creatividad de mi hija, así pues, para distraerme  y evadirme un poco del mundo decidí escribir en mi tiempo libre, por esa época era lo que más me sobraba, tiempo libre.  Manos a la obra dije delante de mi portátil, quería hacerlo bien, ya que no solo sería una distracción, más bien quería hacer un pequeño relato para ella, y contárselo por las noches y que  en  un futuro lo fuera explicando generación tras generación para hacer inmortal ésta estrecha relación entre un fracasado escritor y su hija.        -¡Joder como quema!  recuerdo que me quemé la lengua con el café.

Siempre me ha llenado de felicidad saber que mi pequeña nunca se ha tomado la vida en serio, parece una tontería pero realmente se agradece, pues así simplifica la complejidad de este mundo. Esto lo comento porque recuerdo que segundos después de ponerme a escribir empezó a reírse de sus botas por el mero hecho de tener una hoja pegada en su suela. Que pequeña eres dije yo entre susurros, ella seguía riéndose.

Para inspirarme y saber un poco más del sueño, decidí tomar la iniciativa de ir a preguntar a Indira. Pregunta tras pregunta se fue poniendo más nerviosa, lo sabía porque no paraba de tocarse la pulsera de su muñeca izquierda. No fue muy efectivo, ya que solo recordaba lo que habíamos hablado en el desayuno y que lo demás estaba borroso. Sentada en la moqueta, con una hoja, una regla y un bolígrafo azul dibujaba líneas rectas, según ella es entretenido, quería ser arquitecta, pero me fije en un detalle. Para apoyar la hoja usaba un grueso libro de tapa dura, uno de los Hermanos Grimm, pero lo importante era más bien el marcador dispuesto casi en medio de todo el libro, lo curioso es que no era mío sino de la criatura, mi niña estaba leyendo. Siempre fue, es y será una niña de lo más peculiar, de lo más feliz. Después de hacer yo las preguntas fue veloz a preguntarme ¿por qué quieres saberlo? yo le dije que me gustó tanto su sueño que quería escribirlo, ella echándose su castaño cabello hacia atrás me dio las gracias. Recoloqué sus zapatos y volví hacia el ordenador, la hoja estaba en blanco, el miedo de cualquier artista. Intenté estructurar toda la historia, pero no tenía nada de inspiración. Fui a su cuarto, creía que necesitaba pensar como un niño pequeño, rebusqué entre juguetes, cuentos infantiles y cojines, fue una pena, solo pensaba en todo el dinero que me gasté en esa habitación.  Entre tontería y tontería ya era la hora de comer, no me apetecía cocinar así que fuimos a un McDonald’s, nunca me gustó pero a ella sí, por lo menos era barato. Ya en la mesa, con la hamburguesa casi terminada y ella intentado abrir la segunda bolsita de kétchup pregunté solo por cumplir  ¿Te está gustando la comida?- ignoré completamente su respuesta puesto que la sala de recreo me llamó la atención. Había un barco con tres toboganes de tubo, un niño llorando y un especie de mueble donde guardar los zapatos. Como no, los padres comían mientras chateaban con el móvil olvidando completamente a sus hijos. Bueno, yendo hacia atrás, me fijé en el barco y le hice una foto. Nos fuimos de ese restaurante para dirigirnos hacia casa.

Al llegar a casa encendió la tele otra vez para ver dibujos, yo fui al baño un momento. Después caminé por el pasillo hasta mi habitación, me quité los zapatos y fui a mi cita romántica. Cogí la foto y empecé a dibujar el barco, de distintas formas y en estilos muy diferentes. De pequeño no solía atender en clase, así que pulí mis habilidades con el dibujo. Y como no, al final se presentó delante de la ventana, allí estaba ella, sonriente y transparente, como siempre, se acercó a mi oído y yo empecé a escribir. Salía humo de mis manos, las teclas resonaban por todo el cuarto, todo empezaba a encajar, era como si estuviera lleno de energía, paré un momento para descansar. Al apoyar mi espalda contra la silla me di cuenta que todavía no había limpiado la taza de café, aún estaba encima de la mesa, la cogí y me fui  la cocina, evitando el campo de minas de piezas LEGO. El agua estaba fría, pero seguía mojando que era lo que interesaba, el jabón seguía enjabonando y el paño seguía secando, todo estaba en su orden. Nunca he conseguido ver a mi hija leyendo, siempre viendo la televisión, en ese momento dude sobre mi anterior reflexión, no le di más importancia y me fui. Volví a la silla y me di cuenta de lo que estaba escribiendo, era poesía. De mis dedos salió esto:

Con ojos vidriosos me levanté,
Un intenso frío me quiso rodear.
Esforzándose para soñar
Allí estaba ella, durmiente.

Ella está inquieta por empezar,
En la cordura del agua ando
Y la locura en ella ha nacido,
Este juego donde no existe el azar.

Unidos, más bien cosidos
Morimos por proyectar ese sueño
Donde piratas sin dueño
Somos nosotros dos.

Estas reliquias en mi mente
Florecen fuertes y sanas
Pero nacerán  moribundas
Por un pasado de aguardiente.

Enseguida me di cuenta, el poema relataba todos los hechos de esta mañana, mi despertar, la niña durmiendo, la ducha, el momento en que ella me explica su sueño y como yo me dispongo a escribirlo, incluso la falta de inspiración es cantada en el último verso. Decidí guardarlo en un cajón. A poco a poco recordaba pequeños fragmentos de mí mismo escribiendo cada verso de este poema, pero se me hacía extraño, yo nunca escribía poesía, pero esta vez sí. Me fui de la sala muy contento, había progresado, aunque el poema no tratase nada del cuento, tenía el presentimiento de que todo empezaba a funcionar. Me liberé de un excesivo peso.  Más tarde con un intenso dolor en mis hombros le hice la merienda, pan con chocolate. Empezó a gritar porque se le cayó un juguete desde el balcón,  luego lloró y vino a mí para ir a buscar a Señor Tortuga, su mayordomo de confianza. Recuerdo que le dije  ¿Cómo se ha caído?—y ella respondió  Ha sido sin querer, estaba jugando en el balcón con Conejo y golpeé a Señor Tortuga, después cayó  explicó llorando y limpiándose la nariz con el vestido. Los dos salimos de casa, cogimos el ascensor, me peiné en el espejo y las puertas se abrieron. Buscamos el juguete, estaba en el espacio que queda entre la rueda de un coche y la acera. De golpe me encontré a mi hija mirando fijamente a un hombre alto, le devolví el juguete  Acabo de recordar que había otro pirata me dijo sin mirarme a la cara  ¿Quién era?—pregunté, ella respondió  No lo sé, pero se parecía a ese hombre. Era un hombre con perilla, alto y con una especie de gabardina corta con tres botones, no parecía para nada feliz, eso sí, llevaba en bolsas de plástico la compra, todo su terrorífico aspecto se desvanecía con ese detalle. Entró en la panadería, nosotros dos nos dimos la vuelta y volvimos a casa. Le di la merienda para que se le pasase el incidente y yo me tumbé un rato en la cama. No recuerdo que soñé ese día. Estuve media hora durmiendo  Que bien por favor  dije con baba seca pegada en mi comisura. Fui a vigilar a mi hija, para saber que estaba haciendo. Estaba con uno de esos teléfonos que por dentro llevaban caramelos, hacía ver que estaba hablando con su novio, simplemente me reí por dentro. Recogí el papel de cocina que envolvía el bocata y lo tiré.

Pasadas unas cuantas horas ya era de noche, esta vez preparé la cena. Solíamos comer en el balcón usando una luz que ahora mismo está rota. Una ensalada y un poco de lomo con queso a la plancha eran los protagonistas, ni una sola palabra tenía el valor de presentarse. Empezó a sonar el ruido metálico del teléfono, quise ignorarlo pero no podíamos elidir la presencia del tercer comensal, no paraba de llamar. Me retiré un momento de la mesa, Indira aprovechó para quitarme un trozo de lomo para comérselo, lo vi gracias al reflejo de la puerta. El teléfono seguía sonando. Llegué a la mesita y lo cogí. Llamó una señorita que quería quedar conmigo, la conocí por una página de Internet. En ese momento dije que no pude, era mentira. Nos despedimos y regresé a la silla. La pillé otra vez embobada, esta vez miraba al cielo ¿Por qué no hay estrellas papá? me preguntó  Sí que están, pero hay mucha luz aquí y nos impide verlas respondí, La carne está muy dura pensé, ella siguió comiendo, tomó el postre y se fue. Yo al terminar, saqué todo de la mesa y limpie los platos. Envié a la niña a dormir, pero antes le leí un cuento, puesto que aún no había comenzado el nuestro, elegí uno de la estantería. Se durmió enseguida. Me fui de su cuarto y entre al mío, volví a leer el poema que escribí y me dormí.

Por la mañana todo era gris, parecía un día de lo más normal, sin ruido que moleste ni café. Eran las siete y el sol se colaba por las rendijas de las persianas iluminando tímidamente el salón, el cual estaba totalmente desordenado. Colores, libros, cojines, papeles y dibujos sin sentido descansando su inerte cuerpo en el suelo, la niña lo había vuelto a hacer. Algunos días, sin regla alguna, se empeñaba en levantarse más temprano, creía que así empezaban antes sus dibujos, y como se aburría lo removía todo. En ese momento pude oír un ruido en la cocina, quise asustarla, me acerque sigilosamente, pero menos mal que me di cuenta que llevaba un tazón de leche, ya que era capaz de tirármelo a la cabeza por el susto, simplemente le di los buenos días. Ella se paró  Papá, ¿has escrito algo del sueño?  preguntó ella dejando a la vez la leche encima de la mesa. Ante esa pregunta me entró pereza, una enorme masa densa se movía por mis venas, me impedía pensar en el cuento y menos escribirlo. Respondí que no, pero que estaba en ello, me hice un poco de cacao en polvo y seguí con el automático mañanero que tenía incorporado en mi cabeza: desayuno, ducha, limpiar y jugar con la niña. Pero esta rutina cambió, yo aun sin ganas me propuse escribirlo, así que finalmente lo hice, me senté delante del ordenador y... me quedé embobado un par de horas.

Estaba nervioso, tenía ganas de empezar a teclear en ese momento pero, las palabras huían de mí, tenían miedo, no sé cuál era su condición pero me entristecían. No miré más la pantalla y me fui. Me dirigí al salón, pero no le di mucha importancia, estaba inquieto, hablaba con mi mente continuamente pero igualmente movía mis manos como si estuviese con alguien físicamente, no era raro simplemente era costumbre. Gruñía por dentro pensando en la falta de inspiración. Al baño me dirigí para mojarme los cabellos despeinados para enfriarme la cabeza. No podía sentarme en la silla, parecía un niño antes de presentar un trabajo que le cuenta media nota, Solo lo quiero hacer bien dije hablando enfrente de un espejo. Esas palabras ya las escuché una vez.

Sabía que no lo acabaría nunca, o eso pensaba yo en ese momento. Poniéndome bien la camisa dentro del pantalón, volví hacia el ordenador, esta vez dirigí mi mirada al libro. Destacando por toda la alfombra me pedía que lo leyese, solo le faltaban carteles de neones. Lo cogí para finalmente mirar el marcador, estaba hecho a mano, plastificado con el papel que usamos para forrar los libros de los colegios, y una pequeña inscripción de tinta negra coronaba la joya, ponía “Llora, pero las lágrimas son invisibles bajo la lluvia”, eso no lo escribió Indira, ni mucho menos yo. Dando vueltas por mi paraíso mental caí en la cuenta de la letra, era de mi ex mujer, Eva. Me aficioné a escribir por ella, pero también fracase en la vida por el mismo motivo. Ella escribió eso por un arrebato, entre peleas y peleas se daba cuenta de que era insignificante, no era nadie ella en este infinito mundo. Solo quería hacerlo bien, cuidar de mi pequeña para que fuera una persona importante, alguien a quien admirar fueron las últimas palabras que ella pronuncio en el juzgado. No le bastaba con ser normal. Pero se volvió loca, la quise pero no aguanté más, me consumía por dentro. Dejando eso atrás y cerrando ese maldito libro y...

Escritor: ...ya con pose de escritor y con el marcador guardado en mi cartera, empecé a escribir, no lo acabé ese día, ni al siguiente, ni el mes que vino, no, simplemente lo acabé.
Presentador: Perdona que le interrumpa, es todo muy tierno, pero ¿usted como es capaz de recordar tantos detalles?
Escritor: Uno aprende a verlo todo.
Presentador: De acuerdo... Déjeme usted hacerle una última pregunta antes de continuar.
Escritor: Por supuesto.
Presentador: ¿Dónde está la madre de la niña? Si me permite.
Escritor: Claro, claro... En ese momento en concreto no tenía ni idea de que estaba haciendo, pero si tenía constancia de donde se encontraba.
Presentador: ¿Dónde?
Escritor: Mira se lo cuento. Cuando nació la niña, su madre se enamoró tremendamente de ella. ¡Se volvió loca! La sobreprotegía, estaba siempre a su lado, no me refiero metafóricamente, realmente estaba veinticuatro horas con ella, llego hasta el extremo de intentar limpiar a la niña con legía.
Presentador: ¿Intentó lavar a su hija con legía?
Escritor: Sí y no solo eso, ella no me dejaba acercarme a la criatura. Siempre decía que era un peligro para ella, yo y todo el mundo. Que moriría con ella sin dudar. Recuerdo que un día la llevó al parque y una madre se acercó a devolverle un juguete, yo no estaba presente a todo esto, pues se ve que la intentó matar, pero matar de verdad, a puñetazo limpio. Suerte de que saló el marido a ayudarla.
Presentador: Disculpa pero... Joder esto debía ser durísimo para usted y la cría, ¿no?
Escritor: La condenaron y cuando salió lo dejamos. Yo me quede con la niña obviamente, pero como recuerdo le regaló un broche, sabía perfectamente que nunca más la volvería a ver.
Presentador: Y en ese “cuento” ¿sale ella?
Escritor: No del todo. Hay una manta blanca que lleva siempre la hija encima, le da seguridad, se siente protegida. En esa manta se ve reflejada su imagen.
Presentador: Una historia muy personal nos acabada de contar, gracias por ser tan sincero. ¿Puede usted leer un fragmento de este preciado cuento?
Autor: Claro...

UNA LUNA PARA TI

Capítulo 1
La niña

Con ojos vidriosos me levanté,
Un intenso frió me quiso rodear.
Esforzándose para soñar
Allí estaba ella, durmiente.

Esta joya quiero darte
Grande y redonda
Por los dioses creada
Abrazada con ella quiero verte.

Unidos, más bien cosidos
Morimos por proyectar ese sueño
Donde piratas sin dueño
Somos nosotros dos.

Aun la guardas en tu mente
En blanco hilo ella esta.
Mira tú bien esta veta
Ya que su corazón aun late.
-   Eduardo

Capítulo 2
Lorena

Tablones y bloques de madera
Marca triunfo en su movido camino,
Pues este arcaico anciano
Ante tal sirena llora.

Ni por cañones, ni grandeza eres bella
Timón y velas es lo que quiero.
Es lo que pide este humilde caballero
De su pequeña y majestuosa talla.

El viento te acaricia como una dama
Peina su blanquecino cabello,
Pero esta no envuelve en oro su cuello
Sino pule cada una de sus escamas.

Eres vivaz como pirata en un motín,
Eres rápida como pequeña abeja
Que trabaja y trabaja y no se queja,
Aunque guardes un inmenso botín.
-   Eduardo

Capítulo 3
LUNA

Inmensa perla del alto mar
Redonda y perfecta puedes ser.
Al no verte al amanecer
Mis ojos aprendieron a añorar.

Sola te veo, quiero darte compañía
Aunque seas el faro de la noche
Te regalo su broche
Pues en vida ella te obsequiaría.

De mil formas podemos amarte,
Al igual que tú y tus estados
Nosotros mismos cambiamos
En la noche para observarte.

Serás mía para ella
A mucha distancia te encuentras
Entre tú y mis pupilas
Aun así morimos en batalla.
-   Eduardo

 Capítulo 4
Arturo

Compartes mi destino
Tenaz sigues por la popa
Brindemos vino con esta copa
La llegada de tu ser en mi camino.

Eres fuerte y temible, no lo niego
Sé que por dentro hay ambición
Por la luna y su canción
Que un servidor escuchó.

Rozas el cielo sin puntas
Tu negra capa envaina miedo
Eres un hombre muy temido
En estas solitarias islas.

Te admiro y respeto
Perderás en esta lucha
Donde tu ego y mi flecha
Nacerán en un cuento.
-   Eduardo

Capítulo 5
Batalla

Pesadillas tengo al recordarla
Gritos, cañones, pólvora y gemidos
Resonaban en nuestros oídos,
Me duelen las manos al escribirla.

Hombres fuertes e insensatos
Apretaban sus dientes al mostrarse,
Ni miedo, ni cobardía al asomarse
Los bravos corazones arenosos.

Donde el espeso aire acechaba
Nuestras velas se alzaban
En este baile donde Capitán,
Con sombrero y bandera, bailaba.

Las nubes movidas por los vientos
Hacían crujir el coronado mástil,
El ruido de los pájaros era sutil,
Podía oír el ansia de los compañeros.

Dispuestos cara a cara,
Había espacio abismático,
Donde el luchador era utópico
El hombre se hacía de cólera.

Bolas de metal viajaban por el cielo
Rompían poco a poco esperanzas
De todas aquellas personas
Que lo único que querían era consuelo.

Fuego y agua encontrados en batalla
Solo uno podía salir victorioso
En este coro tan horroroso
Hecho de carne y arcilla.

Conquistado nuestro barco
Dos capitanes encontrados,
Parecían hundidos
En su propio marco.

Centenares de corazones dejaron de latir,
La sangre goteaba por las espadas
Inundando así las botas
De dos personar que iban a combatir.

Los dos en pie y bien armados
Chocaron las afiladas hermanas,
Aquí las palabras eran escusadas,
En silencio pelearon los moribundos.

Las espadas giraban y giraban
Cortaban el mismísimo aire,
Sellando así en rojo lacre
Palabras que ellos relatarían.

Contra la barandilla y con el acero
Rozando el enrojado cuello
Una daga sale del bolsillo,
Acercándose al pecho del caballero.

No hubo palabras, solo victoria
Y  derrota reconocida,
Con brecha escondida
Nuestro capitán, mi padre, moriría.

Lanzado por la borda cayó,
Desde el cielo hasta la mar,
Parecía un ángel que salvar
Bajando veloz como un rayo.

El victorioso obtuvo poder,
Pólvora y fuego en sus manos,
Llegando a la sala de los tesoros,
Puso a los novios sin prender.

Esperó que la propia sirena
Se marchitase lentamente,
Pues en peligro estaba su bote,
Se fue quitándose la espina.

Finalmente fuego y polvo
Se reencontraron
Los tesoros explotaron,
Nada quedó a salvo.

Bronce, plata, oro,
Esmeraldas, rubíes y zafiros
Coronas y collares refinados,
Dejaron de ser tesoro.

En mil pedazos viajaron
Por el espacio y más allá
Por estrellas dan la talla
Pues el cielo dejó de ser carbón.

El vencedor consiguió la gran perla,
Con las manos rojas
Y miles de muertes a sus espaldas
La tiñó solo al tocarla.
-   Indira

Capítulo 6
Madera y fuego

Arde, arde pequeña miserable
Desde el mástil hasta la última astilla
Pues tu timón es mi pesadilla
Junto a tu bandera detestable.

Cada viruta roja prende este oasis,
Luego con él cruzaste este cielo
Compartiendo este arraigado duelo
Como golondrinas moriréis.

Amarillentas eran vuestras telas
Llenas de agujeros y descosidos
Tú y el viento nunca estuvisteis unidos
Pues escapa solo al verlas.

Lenta cual tortuga navegabas
Crujiendo a cada esquina
Esa madera tan salina,
Ni romper las olas tú podías.
-   Indira

Capítulo 7
Blanco odio

Maldita pálida criatura
¿Me oyes?, no eres más que polvo
Tu belleza no es motivo
Para padre e hija separar.

Rabia siento solo al pensar
Que entre mis manos
De dedos cortados
No te puedo aplastar.

Pido tu muerte, pido tu caída,
Cae y cae en pequeñas piedras,
Desde el cielo hasta mis tierras,
Rogarás ser querida.

Cenias recogeré
Grises, apagadas
Nunca serán amadas
Pues en la mar te lanzaré.
-   Indira

Capítulo 8
Yo te maldigo

Yo te maldigo Satanás.
Pequeña y repugnante rata
Niebla y peste ella desata
Hasta cuando canta.

Bestia de largas orejas
No mostrará cobardía,
Pero si brillará por apatía
Incluso viendo condenas.

Oh roedor humanoide,
Estas satisfecho con tu victoria,
Manifiestas vino por ese día,
Vigila tu copa, pues podría ser tarde.

Infectas rabia en este mundo
Al cual has causado tanto dolor.
No sabrás nunca que es el amor
Por la joya que tanto has ansiado.
-   Indira

Capítulo 9
Papá...

A sus puertas hay un santo
Con el pecho cruzado
Pues mis lágrimas he dado
Cuando caíste de lo más alto.

Fuiste un bondadoso hombre,
Me protegiste de ese mal
Que se movía en el abismal
Camino hacia la cumbre.

Me cuidaste y yo te querré,
Hiciste lo mejor que pudiste.
Yo te seguiré aunque cueste
Llevar la cuna de mimbre.

No fallaste, solo amaste
A una niñita con miedo.
Eres el hombre que he alabado
Aun después de la muerte.
-   Tu niñita

Capítulo 10
Leyendas

Mil años de serena oscuridad
Revelan este marinado cuento.
Navegando por el infinito
Dos naves surcan plenitud.

Dos hombres comparten destino
Así pues el deseo y la ambición
Corrompieron sin más dilación.
Caen llantos y ríe el sangrado.

Quien quiso una vez la gran perla
Cosida en este silencioso mar
Preparada para brillar.
Muerte y  hombre se saludan.

Narcisista es la pálida dama
Quien llama al brillo del iris
Donde lágrimas en dosis
Limpian la más sucia alma.

Préféré par...
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