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Gadhil

Nací un día de 1955 y aunque hablo varias lenguas, siempre ha sido la española mi preferida. Lo más seguro es que esto se deba a que siempre he vivido en países de habla hispana. Las letras siempre han tenido para mí una atracción irresistible, y es que con el uso de la palabra (tanto escrita como hablada) es como se forjan las amistades ... y los enemigos. No seríamos humanos  sino fuera por el uso de esta habilidad única en nuestra especie que nos permite compartir ideas, sentimientos, verdades y falsedades.

Nací un día de 1955 y aunque hablo varias lenguas, siempre ha sido la española mi preferida. Lo más seguro es que esto se deba a que siempre he vivido en países de habla hispana. Las letras siempre han tenido para mí una atracción irresistible, y es que con el uso de la palabra (tanto escrita como hablada) es como se forjan las amistades ... y los enemigos. No seríamos humanos  sino fuera por el uso de esta habilidad única en nuestra especie que nos permite compartir ideas, sentimientos, verdades y falsedades.

Tras haber sido diagnosticado con esta maldita enfermedad que a tantos afecta en estos días, el cáncer, se contempla la vida de distinta manera. Hay un antes y un después, así nos marca el cáncer.
Antes: se vive, al menos así lo hacía yo, al día, de casa al trabajo, del trabajo a casa. Reuniones con los familiares y amigos, celebraciones de cumpleaños, bodas y bautizos (cuando los hay, que cada día hay menos). Se está de buen o mal humor, se vive el presente, se planea, a veces, el futuro. Antes, se vive la vida como si nunca hubiera final.
Después: después del diagnóstico todo cambia. Los días de buen tiempo, los bonitos, esos días de cielo azul, soleados, brillantes, diáfanos, templados y agradables como los de las primaveras bucólicas, son más bonitos, se aprecian mejor, se aman más, se disfrutan a fondo, sin pena. Al menos es lo que me pasa a mi. Y esos otros días, los fríos, nublados, lluviosos e incómodos, se sufren cuando nos pillan por sorpresa paseando por la calle, o que se ven desde detrás de las ventanas de la casa, o del auto si uno está de viaje, con agradecimiento por las comodidades que la vida moderna nos ha proporcionado. Se agradecen también por la promesa que encierran: la fecundidad de los campos y la cosecha que anuncian.

Después: se ama más la vida porque se sabe  corta, se vive la inmediatez de la separación y se ve pronta y lista ya la sepultura. Pero no se siente pena, ni miedo, ni rencor, ni odio. Se siente añoranza anticipada por lo que se va a perder, eso si. Después, cuando se hace memoria de la vida pasada, se ve que por muy larga que haya sido,  ha sido corta, muy corta.

La única ventaja, si es que puede haber alguna, de sufrir esta enfermedad insidiosa que se sabe va a consumir el cuerpo en un corto espacio de tiempo, mucho más corto del que se pensaba se tenía cuando se sabía sano. La única ventaja, digo, es que el alma se prepara ya para su encuentro con el Creador, y se agradecen cada uno de los días que se nos dan, buenos o malos, porque se viven como un auténtico regalo.

Estas rimas que aquí comparto solo son un ensayo, un intento de un atrevido profano a escribir  en forma de verso algo que se halla oculto en el corazón.  Algunas son, sin duda negras, tristes, otras más alegres. Todas son un reflejo del estado del alma en un momento determinado. Disculpen queridos lectores, si es que alguno muestra interés por lo que aquí escribo, las falta de en ellas puedan encontrar.




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