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De sentires y otras rarezas

Carta al gusto.

No puedo suponer qué es lo que le sucede.
Debo admitir que en ocasiones soy medio imbécil,
medio torpe y torpe entera.
Podría asegurarle que esto que produce en mi
ha sido lo más real que he podido sentir,
aunque tenía miedo salte al vacío
que desde siempre había observado
pero al que jamás hubiese asomado la nariz.
No puedo responder de la misma manera que usted lo hace, pues su indiferencia mata cada ilusión.
Las mariposas que me tenían a flote en el largo viaje,
se fueron extinguiendo en mi corazón.
¿Que hacer?
Todo se convierte en la consecuencia
de una decisión tomada a la ligera
Todo se convierte en un torbellino
de emociones sin sentido.
Que penosa situación la que se vive ahora
en la que el gusto se confunde con amor.
Si usted supiera que mi interior era frío,
que mis sentimientos se arrugaban
como el papel que toca el agudo aire de la madrugada
comprendería el porqué de mi desesperación.
Me revuelca la vida sin motivo, sin razón
se convierte en mi centro, en mi pensamiento
se vuelve el motivo de la sonrisa más pura que he podido brindar
Y sin embargo, yo estoy aquí y usted está allá.
La fiebre ya no me deja ni respirar,
cada palpitación de este duro corazón
arroja a mis entrañas el cemento que lo blindaba.
No está quebrado,
pues este órgano sigue palpitando,
quizá más fuerte que antes
pero más débil en su interior.
No se puede hacer nada
mas que asumir las consecuencias
de las decisiones que se toman a la ligera.
No es amor lo que le estoy profesando
es un sin sentido de emociones que devienen en mi interior.
Y ahora ¿qué haces con tanta sensación?
Apagar el fuego con agua
es lo mismo que darle vida a la llama.
Me enterraré nuevamente en el agujero
en el que hace un tiempo estaba viviendo.
Pero no será lo mismo porque igual me quedará su recuerdo.

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