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Insomnio

relato de una autopsia personal

A veces bien, en ocasiones vuelta mierda.
Así cada dos minutos o cada hora.
No sé qué sentir en un momento así,
la vida se me disipa conscientemente,
pues estoy destinada a ver todo con el lente de la cruda realidad.
A veces medio muerta o quizá muerta entera,
la infección de la crueldad llega a mi corazón
y esos días se convierten en oscuridad,
las noches en luz.
Camino a resplandor de luna sonriendo,
mirando atentamente a mi alrededor.
Como si fuera el instinto lo que me lleva a buscar un fin.
A veces tan tranquila, tan callada, tan pensativa
que da pena ajena mirarme hasta en el reflejo del vidrio.
Otras tan altanera, tan grosera, tan imperativa
que aturdo los oídos ajenos.
Que extraño sentir tanta mierda adentro y no expresarla.
O expresarla excesivamente al punto de coger fastidio propio.
No sé qué sentirán los demás, pero ¿A quién putas le interesa?
A veces tan sonriente, como calor de sol.
Tan viva, tan lúcida, tan activa...
La curiosidad se despierta en su totalidad
y el cerebro empieza a trabajar como esclavo de las letras.
A veces tan mágica, soñadora, impulsiva, cariñosa...
La vida vuelve a comenzar,
las nubes mi cama y mi pensamiento a volar.
Que tedio tan propio, tan esquizoide, tan bipolar.
Y la máscara fue quitada pero el miedo aflora.
Encontraron mi criptonita y siento que empiezo a fallecer.
Eso me recuerda un poco a Nin
« Siempre hubo en mí, al menos, dos mujeres... una mujer desesperada y perpleja que siente que se está ahogando y otra que salta, como si fuera un escenario, disimulando sus verdaderas emociones porque ellas son la debilidad, la impotencia, la desesperación y presenta al mundo sólo una sonrisa, ímpetu, curiosidad, entusiasmo, interés ».
Pero la máscara se perdió
y el miedo sigue creciendo,
la debilidad de una mujer que creía ser libre,
que supo que era,
que lo fue pero se quiso condenar a la frustración.

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