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Barrancón ¡Mi tierra...!

Para la tierra que vio crecer...

(¡BARRANCÓN...! MI TIERRA)

Me viste caminar y darles fuerzas a mis pies sobre tu espinazo de polvo, siempre estuviste ahí en esos momentos de mi niñez  y todavía estás ahí viendo el desarrollo de tus gentes; ¡En el mismo lugar de siempre!,  pasiva y serena, viendo morir el tiempo... ¡Espera!

Te cubre cada día por el polvo de la miseria, nadie acude a tu triste llamado; gentes con esperanza de hierro, que luchan a cada momento por tu porvenir, te acompañan sin descanso... ¡Tú lo ves y te siente orgullosa! Sabes que son tus hijos y que nunca te abandonaran.

¡Tus lágrimas ya no son húmedas!, ahora son secas como la desesperanza, como la miseria; aquel  exuberante río de aguas diáfanas que un día observó Colón con asombro, solo le quedan las rocas pegadas a tu piel; a duras penas quieres limpiarte el rostro con el polvo húmedo del río, pero ya sus venas están seca y sin vida.

En cada alba sonríe esperanzada junto a los tuyos ¡Pues la esperanza es lo último que se pierde! «Escuchaste un anciano sabio decirte un día», pero cuando ve que tus hijos tienen necesidades y nadie les ayuda,  tu corazón se encoge de tristeza como ha cualquier madre, que anhela el desarrollo de sus hijos.

Pasiva y quieta espera el pasar de los días, ¡Con la misma calle de siempre! ¡Con las mismas personas esperanzadas!, ¡con el río sin lágrimas vivas!, ¡con las montañas peladas! ¡Con las almas enterradas...!, con los jóvenes que un día se irán  a lugares remotos en busca de mejorías.

¡Yo!, desde la distancia te observo como siempre, en tí no hay modificación alguna. Cada cuatro años te sientes esperanzada, sabes que el pueblo elige a alguien que tiene el poder para embellecer tu alma y tu rostro, ¡pero ese alguien solo te mira y se aleja!, una venda de corrupción cubre sus ojos.

¡No quiero verte como siempre te he visto! Tengo la esperanza en un futuro, de caminar por tus calles pavimentadas, de tu Baja Bonito con vivas aguas, de las montañas bien pobladas, y de tus hijos con paz en sus nobles almas.

¡Ya no soy el niño tímido que pescaba en tus cristalinas aguas!, ¡ya no soy el joven solitario que se perdía en tus pobladas montañas!, ¡ya no soy aquella alma triste que despertaba cada mañana!, ¡ya no soy aquel niño inocente que caminaba sobre tu espalda!, ¡ni aquel que veía nacer y morir el día deseando salir de tus entrañas!, ya no soy ni seré el mismo de antes, pero si soy el hijo que te mira desde la distancia.

¡Barrancón eres...! ¡Barrancón serás...!, allá situado en la cola de esta tierra antillana, «una simple mancha sin importancia en el mapa para los que nos gobiernan»... ¡Pero sí el mundo entero para tus hijos! ¡Barrancón eres! ¡Barrancón serás!, por cada día que te dé la eternidad.

( 5/08/019)

Autor: Gerson Adrian Cordero

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