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A una casería, donde habitaba una dama a quien servía

Oh piadosa pared, merecedora
De que el tiempo os reserve de sus daños,
Pues sois tela do justan mis engaños
Con el fiero desdén de mi señora,
 
Cubra esas nobles faltas desde ahora,
No estofa humilde de flamencos paños
(Do el tiempo puede más), sino, en mil años,
Verde tapiz de yedra vividora;
 
Y vos, aunque pequeño, fiel resquicio
(Porque del carro del cruel destino
No pendan mis amores por trofeos),
 
Ya que secreto, sedme más propicio
Que aquel que fue en la gran ciudad de Nino
Barco de vistas, puente de deseos.
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