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Detectives incompetentes.

Todos han sospechado, como buenos detectives todos, que el amor, eso que dicen amor, ha llegado, sin pies, ha tocado, sin manos, a la puerta sin entrada. Ninguno de los presentes tan ausentes me puede decir lo contrario, quizás porque soy algo sordo desde aquí o porque todo esto, estas palabras ordenadas, son algo más: una certeza. Como sea, todos han sospechado al amor o a un amor, muchos lo han visto, otros pocos lo han tocado (sin mencionar, al borde del llanto, a esa estimada excepción, a esa meta de esperanza). Esto debe de existir: el amor amorosamente amoroso. Desde una pintura rupestre con sus manos unidas, hasta la última película de comedia romántica: todos estamos enamorados. Pero tras las cortinas, en el fondo de la casa, siempre queda aquella otra excepción que en realidad es la regla. Siempre queda el desamorado, el apartado, el... y es una mejor forma de decirlo y casi no lo quiero decir: el desolado. Solitario es una palabra fuerte, algo valiente y algo buscada; en tanto el solitario disfruta de su adjetiva soledad, el desolado está solo, simplemente, está solado, graciosamente. Él no disfruta de su pequeño adjetivo, no disfruta ni de su adverbio: sólo solo. Es un alma en pena que relincha, un caballo cabalgando hacia el desierto. Todas esas imágenes tristes que uno se imagina al romperse la esperanza tan querida. Bueno, para qué seguir redundando... todos saben las dos caras de la moneda, la luna y el sol, la nublada noche y el despejado día.

Pero nadie puede asegurar casi nada. Pocos me han dicho que de verdad aquella palabra existe. Amor. La palabra existe, pero nadie me habló con certeza de su significación...
¿Qué es? ¿Una botella en el mar de cosas? ¿Qué mensaje esconde?

Supongo que soy demasiado escritor para dar palabras mejores: pocas palabras. El amor (quizás) son dos ojos que crean una sola imagen, dos sombras de un mismo cuerpo, dos espejos que reflejan la nada hacia lo profundo de sí mismos. Todo muy bonito pero quién sabe, lector. Todos sospechan, los detectives sospechan. Miran sus relojes, toman sus cafés, algunos amargos otros dulces...tratan de recordar lo pasado de cara al futuro. No pueden.

Todos no pueden asegurar nada.
Tiene uno que irse a llorar o a reír a otro lado.

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