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Adiós golondrina

¡Oh golondrina azulada,
que volaste hace unos meses!
 
Primero hacia el poniente,
                          luego hacia el norte.
Cruz de viento,
en el cielo americano.
 
Yo te vi despegar,
pero nunca aterrizar.
 
¿Te recibieron con aplausos los cuervos verborrágicos?
¿Ya armaste tu nido con las ramas de los árboles caídos?
 
Tú ya has abrazado a todos los continentes,
pero tu motor, corazón de aeroplano,
jamás se detiene.
 
Tú no naciste terrestre.
Tú floreces en los descensos
y te iluminas en los despegues,
pero lloras sobre el regazo de tu madrastra cordillera.
 
Mi último canto es de despedida.
Con las velas derretidas de tu altar,
me fabriqué mis propias alas.
 
Hoy dejo para siempre esta tierra endurecida.
Quizás, cuando el invierno implacable te obligue a buscar veranos,
revolotearás nuevamente entre estas nubes de diamante.
Y quizás entonces sientas el perfume dulce de mis besos,
impregnados en el nido cálido,
que abandono junto al río.
 
Y si se cumple mi presagio,
Trágate la brisa y canta.
 
Canta,
            canta,
                        canta.
 
Porque la vida es una canción desesperada
y la muerte,
su último acorde.

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