Acompañando al Dante en su comedia,
extraña palabra me salió al paso;
rauda consulta de la enciclopedia,
definición me dio de contrapaso:
“principio que regula la condena,
con lo inverso del crimen en un caso.
En el otro, Ley del Talión por pena:
cuando el pago es por analogía,
cada pecado cuesta una docena”
Así, forzado el violador sería,
a vivir en mutilada abstinencia
o a ser violado por feroz jauría.
Pienso enseguida en otras penitencias:
al político, vender beneficio;
mas de noche, azotarlo sin clemencia;
para el hombre avaro, brutal suplicio
canta el Dante: con el pecho empujar,
cual Sísifo, la carga de su vicio.
Imagino al machista suplicar,
de rodillas ante horrible criatura:
“¡Cruel la pena sin razón escuchar!”
y al pedófilo, más cuando es cura,
alimentado por ardiente riego
de sangre y semen, infecta mixtura.
Y pensé, que en mi tierra sin sosiego,
el contrapaso que ha de padecer
el represor, lo gritó un ángel ciego:
“¡Todas sus balas se van a volver!”