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Las siete estaciones del amor

Soledad
 
Dos seres humanos,
dos almas solitarias,
solitarias como las rocas verdes y amarillas,
solitarias como el mar de tempestades negras y azules,
solitarias como las arenas sangrientas coaguladas,
solitarias como el cielo pálido celestial.
Dos seres humanos,
dos almas solitarias,
unidas por un destino trágico,
decididas a crear una soledad más
grande que sus soledades.
Una soledad de dos.
Una soledad de nadie.
 
Beso
 
En la verde oscuridad del mundo,
emerge una pequeña luz,
esperanza amarilla
que atraviesa la ventana velada del alma
Dos rostros fundidos en la sangre,
fundidos sin saber dónde empieza uno
y donde acaba el otro.
Brazos que sostienen,
brazos que envuelven,
brazos que se dejan caer,
brazos que abrazan una nueva forma,
indescifrable, nebulosa.
 
Separación
 
Una brisa morada y negra
sopla implacable las arenas doradas
de un mar que se vuelve negro.
Atrás los verdes campos sangrientos,
los frutos negros de los árboles muertos,
un corazón estallado en el pecho,
un alma oscura como la mierda.
Se va, se va, se va la belleza,
se va su alma hacia la mar,
Atrás deja la vida,
Atrás deja la muerte.
 
Melancolía
 
Solitarias carnes ocres
cubiertas de tristezas negras.
Allá lejos, lejos de sus ojos vacíos y rectos
los verdes campos,
las doradas arenas,
el cielo púrpura, celeste y amarillo.
Allá el muelle, la barca,
los enamorados, la blanca casa.
Aquí, las piedras verdes ensangrentadas,
los moluscos muertos arrastrados por las olas turbias,
y un enorme mar azul y verde
que atraviesa la cabeza de la muerte.
 
Cenizas
 
En las calles sangrientas
de un bosque violeta y escarlata
yacen las flores muertas,
yacen las ropas teñidas de tinieblas,
yacen las cenizas de un alma muerta.
Un viento negro y lejano
sacude los cabellos ardientes de la culpa.
Bajo su vestido blanco y destrozado,
manchado de verdes manos,
emerge la seda roja de la vergüenza;
y bajo ella, sus grandes pechos ocultos,
humedecidos por salivas amarillas.
La tristeza fundida con el árbol,
verde la carne, azul el alma.
 
Celos
 
Ocultos tras murallas de bronce,
bajo nubes azules y un cielo de perlas,
se cortejan los amantes.
Ella, roja y desnuda
en sus dorados cabellos,
lo tienta con las voluptuosas
manzanas que cuelgan del árbol del mal,
Él, vestido en traje de sastre
le ofrece las flores que arrancó del jardín.
Escondido entre los árboles negros,
el furioso Dios de la tragedia
les da la espalda
prefiere mirar al infierno de frente
con su rostro azulado,
sus brazos de serpiente
y su espada de fuego.
 
Desesperación
 
Un grito infernal hizo estallar el cielo
en fuegos rojos y amarillos.
Todo lo envuelve esa luz sangrienta:
El puente, los bosques,
los mares agitados de cemento,
los barcos azules de la muerte,
los trajes negros de la indiferencia.
La ciudad entera es el grito
que atraviesa las verdes cabezas:
el grito de la violencia,
el grito del olvido
el grito de la vida
el grito de la muerte,
el último grito,
el silencio blanco.
La calma azulada.
Ada azul del alma,
calma, alma, calma...
 
Todo vuelve a empezar.

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